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Cómo solucionar problemas en 5 fases: Técnica de D’Zurilla y Goldfried

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Tengo un problema, ¿qué hago?: usar la inteligencia emocionalque es la capacidad para reconocer los sentimientos propios y ajenos e utilizar esa inteligencia para saber gestionar nuestras propias emociones y aprender a controlar situaciones de alta carga emocional. Al contrario de lo que se piensa, la inteligencia emocional se puede trabajar para mejorarla, pero como todo, requiere de práctica y el conocimiento de ciertas técnicas que muchas veces han de ser guiadas por un profesional de las emociones: el psicólogo.

Una de las técnicas para la mejora de la inteligencia emocional son las llamadas técnicas de resolución de problemas tienen como objetivo desarrollar las siguientes habilidades:

  • Identificación del origen del problema: las respuestas emocionales negativas.
  • Habilidad para generar soluciones alternativas.
  • Evaluación de la mejor alternativa.
  • Habilidad para tomar decisiones y ponerlas en práctica.

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Las técnicas de resolución de problemas se basan en la búsqueda de soluciones lo más eficaces posibles antes un problema mediante:

  1. Toma de perspectiva: la causa del problema no es la situación en sí, sino la respuesta inadecuada que damos antes una situación (por ejemplo, gritar).
  2. Descomposición del problema en submetas realistas: el objetivo general suele ser relacionado con el bienestar personal más que con la situación objetiva.
  3. Análisis de bienes-fines: buscar alternativas para cada una de las submetas. Hay que ordenar la información y medios disponibles. Si se me estropea el coche una solución es comprar otro, claro, pero quizás no tenga dinero para comprar uno nuevo…¿y si lo arreglo?

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La técnica de solución de problemas de D’Zurilla y Goldfried

La técnica para solucionar problemas propuesta por D’Zurilla y Goldfried (1971) consiste en un proceso bidireccional dividido en 5 fases de entrenamiento:

  1. Orientación hacia el problema.
  2. Definición y formulación del problema.
  3. Generación de alternativas de solución.
  4. Toma de decisiones.
  5. Implementación de la solución y verificación.

1º Orientación hacia el problema.

Primeramente tenemos que identificar el problema, entendido éste como una respuesta inadecuada que se da ante una situación determinada. Es decir, el problema se detecta por las emociones negativas que genera. Preguntarse a uno mismo: ¿cómo me siento ante una determinada situación? (trabajo, familia, economía, pareja, salud…). Si la respuesta a esta pregunta es: mal, enfadado, triste, furioso, asustado, confundido, tenso… estamos ante un problema que deberemos de aceptar como parte de las situaciones de nuestra vida y que debemos de afrontar de manera reflexiva.

2º Definición y formulación del problema.

El siguiente paso es el análisis de la situación, su descripción detallada que genera el estado emocional negativo. Las preguntas que hay que realizarse son: ¿por qué pasa esta situación?; ¿dónde ocurre?; ¿con qué personas ocurre?; ¿cuándo ocurre? ¿qué hago cuando ocurre? Las respuestas a las preguntas nos irán orientando hacia unas metas emocionales que nos llevaran a conseguir la meta final: el bienestar emocional. Escribe los objetivos que resuelven tus preguntas.

3º Generación de alternativas de solución.

Los conflictos se puede solucionar de diversas maneras, con lo cual hay que generar todas las ideas posibles. Realizar una tormenta de ideas (brainstorming) personal para cada objetivo o submeta, cuantas más ideas mejor. La cantidad generará la calidad de la solución final y la diversidad de ideas aumentará el potencial de ajustes de las mismas, incluso combinándolas hacia la solución óptima. ¡Ojo!, tienes que aplazar el juicio final hasta terminar este proceso, es un error el entrar a valorar las ideas que se van generando hasta no finalizar la fase por muy disparatadas o inviables que parezcan. Todas las ideas pueden aportar elementos a la decisión final. Tener al menos 10 ideas para cada objetivo sería una cifra adecuada.

4º Toma de decisiones.

Ahora se trata de analizar las posibles consecuencias de cada objetivo, las mejores alternativas de las planteadas. Primeramente se hace una criba para que queden unas 3-4 alternativas, analizando las ventajas e inconvenientes de cada una de ellas. Hay que tener en cuenta las consecuencias para uno mismo frente las consecuencias para los otros, una probabilidad estimada de que sea eficaz esa alternativa y la probabilidad real de que se pueda llevar a cabo. Se trata de llevarlas a una valoración cuantitativa y subjetiva. Siempre las alternativas que repercuten en uno mismo tendrán siempre valor doble. Podemos utilizar para ello alguna escala (0-10) o puntuaje que genere una “clasificación” de las alternativas para tomar la decisión. Las que tengan más puntos en consecuencias positivas que negativas serán las que han de ser seleccionadas. Para saber que hemos elegido una solución útil podemos hacernos estas preguntas:

  • ¿La idea es práctica y se puede llevar a cabo?
  • ¿Es realista?
  • ¿Es muy costosa?
  • ¿Cuánto tiempo requiere?
  • ¿Puede ser implementada por ti mismo o requiere de otras personas?
  • Las consecuencias que se anticipan de su puesta en práctica ¿llevan a resolver el problema?

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5º Implementación de la solución y verificación.

Llegó la hora de poner en marcha la solución elegida. Antes de nada debemos hacer una pequeña planificación de los pasos a seguir para poder ir valorando cuales funcionan mejor y peor y realizar una implantación progresiva del plan de acción. El modelo que se puede utilizar es la teoría del control y la concepción cognitivo-conductual del auto-control, es decir:

  1. Ejecución: puesta en práctica.
  2. Auto-observación: observar la propia conducta y los resultados que se obtienen.
  3. Auto-evaluación: comparar los resultados con los resultados anticipados previstos.
  4. Auto-reforzamiento: si los resultados se asemejan a los previstos es hora de sentirnos orgullosos del trabajo bien hecho, de lo contrario no desistas y revisa el proceso de las fases anteriores.

Este tipo de técnicas se ha demostrado útil para la resolución de conflictos de pareja, conflictos laborales, fobia social, problemas con los hijos, atención primaria, depresión, problemas relacionados con el dolor,  drogas, ansiedad o diversos trastornos de personalidad. Todo lo que sea mejorar tus habilidades emocionales irán en beneficio de tu bienestar personal.

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Si has llegado a leer hasta aquí es probable que pienses algo así como: “Vale, sí, todo muy bonito pero yo no soy capaz de realizarlo.” Es cierto que hay personas que tienen más o menos habilidades emocionales, y no por eso son mejores o peores personas. Hay gente que se mantiene en forma realizando ejercicio por sí mismo y otra que necesita de un preparador físico para mejorar e ir a un gimnasio. Si no eres capaz de mejorar tus habilidades emocionales o solucionar problemas, ¿por qué no ir a un psicólogo a qué te ayude a ejercitarlas? Igual que te apuntas al gimnasio también te puedes apuntar a un psicólogo. Quizás a la larga te salga más barato. Y no comemos a nadie ;).

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Referencias bibliográficas

  • Ruiz Fernández, Mª Ángeles, Díz García, Marta Isabel; Villalobos Crespo, Arabella. Manual de Técnicas de Intervención Cognitivo-Conductuales. Ed. Desclée De Brouwer (2012)

Iván Pico

Director y creador de Psicopico.com. Psicólogo Colegiado G-5480 entre otras cosas. Diplomado en Ciencias Empresariales y Máster en Orientación Profesional. Máster en Psicología del Trabajo y Organizaciones. Posgrado en Psicología del Deporte entre otras cosas. Visita la sección "Sobre mí" para saber más. ¿Quieres una consulta personalizada? ¡Escríbeme!

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