Tengo un problema, ¿qué hago?: usar la inteligencia emocional, que es la capacidad para reconocer los sentimientos propios y ajenos e utilizar esa inteligencia para saber gestionar nuestras propias emociones y aprender a controlar situaciones de alta carga emocional. Al contrario de lo que se piensa, la inteligencia emocional se puede trabajar para mejorarla, pero como todo, requiere de práctica y el conocimiento de ciertas técnicas que muchas veces han de ser guiadas por un profesional de las emociones: el psicólogo.
Una de las técnicas para la mejora de la inteligencia emocional son las llamadas técnicas de resolución de problemas tienen como objetivo desarrollar las siguientes habilidades:
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Las técnicas de resolución de problemas se basan en la búsqueda de soluciones lo más eficaces posibles antes un problema mediante:
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La técnica para solucionar problemas propuesta por D’Zurilla y Goldfried (1971) consiste en un proceso bidireccional dividido en 5 fases de entrenamiento:
Primeramente tenemos que identificar el problema, entendido éste como una respuesta inadecuada que se da ante una situación determinada. Es decir, el problema se detecta por las emociones negativas que genera. Preguntarse a uno mismo: ¿cómo me siento ante una determinada situación? (trabajo, familia, economía, pareja, salud…). Si la respuesta a esta pregunta es: mal, enfadado, triste, furioso, asustado, confundido, tenso… estamos ante un problema que deberemos de aceptar como parte de las situaciones de nuestra vida y que debemos de afrontar de manera reflexiva.
El siguiente paso es el análisis de la situación, su descripción detallada que genera el estado emocional negativo. Las preguntas que hay que realizarse son: ¿por qué pasa esta situación?; ¿dónde ocurre?; ¿con qué personas ocurre?; ¿cuándo ocurre? ¿qué hago cuando ocurre? Las respuestas a las preguntas nos irán orientando hacia unas metas emocionales que nos llevaran a conseguir la meta final: el bienestar emocional. Escribe los objetivos que resuelven tus preguntas.
Los conflictos se puede solucionar de diversas maneras, con lo cual hay que generar todas las ideas posibles. Realizar una tormenta de ideas (brainstorming) personal para cada objetivo o submeta, cuantas más ideas mejor. La cantidad generará la calidad de la solución final y la diversidad de ideas aumentará el potencial de ajustes de las mismas, incluso combinándolas hacia la solución óptima. ¡Ojo!, tienes que aplazar el juicio final hasta terminar este proceso, es un error el entrar a valorar las ideas que se van generando hasta no finalizar la fase por muy disparatadas o inviables que parezcan. Todas las ideas pueden aportar elementos a la decisión final. Tener al menos 10 ideas para cada objetivo sería una cifra adecuada.
Ahora se trata de analizar las posibles consecuencias de cada objetivo, las mejores alternativas de las planteadas. Primeramente se hace una criba para que queden unas 3-4 alternativas, analizando las ventajas e inconvenientes de cada una de ellas. Hay que tener en cuenta las consecuencias para uno mismo frente las consecuencias para los otros, una probabilidad estimada de que sea eficaz esa alternativa y la probabilidad real de que se pueda llevar a cabo. Se trata de llevarlas a una valoración cuantitativa y subjetiva. Siempre las alternativas que repercuten en uno mismo tendrán siempre valor doble. Podemos utilizar para ello alguna escala (0-10) o puntuaje que genere una “clasificación” de las alternativas para tomar la decisión. Las que tengan más puntos en consecuencias positivas que negativas serán las que han de ser seleccionadas. Para saber que hemos elegido una solución útil podemos hacernos estas preguntas:
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Llegó la hora de poner en marcha la solución elegida. Antes de nada debemos hacer una pequeña planificación de los pasos a seguir para poder ir valorando cuales funcionan mejor y peor y realizar una implantación progresiva del plan de acción. El modelo que se puede utilizar es la teoría del control y la concepción cognitivo-conductual del auto-control, es decir:
Este tipo de técnicas se ha demostrado útil para la resolución de conflictos de pareja, conflictos laborales, fobia social, problemas con los hijos, atención primaria, depresión, problemas relacionados con el dolor, drogas, ansiedad o diversos trastornos de personalidad. Todo lo que sea mejorar tus habilidades emocionales irán en beneficio de tu bienestar personal.
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Si has llegado a leer hasta aquí es probable que pienses algo así como: “Vale, sí, todo muy bonito pero yo no soy capaz de realizarlo.” Es cierto que hay personas que tienen más o menos habilidades emocionales, y no por eso son mejores o peores personas. Hay gente que se mantiene en forma realizando ejercicio por sí mismo y otra que necesita de un preparador físico para mejorar e ir a un gimnasio. Si no eres capaz de mejorar tus habilidades emocionales o solucionar problemas, ¿por qué no ir a un psicólogo a qué te ayude a ejercitarlas? Igual que te apuntas al gimnasio también te puedes apuntar a un psicólogo. Quizás a la larga te salga más barato. Y no comemos a nadie ;).
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Referencias bibliográficas