Aunque parezca que vivimos en un mundo plenamente desarrollado la realidad actual indica que la exclusión social es un fenómeno en aumento. Uno de los principales motivos es el auge de la diversidad dentro de los colectivos que anteriormente no la tenían tan marcada. La exclusión social está asociada a los términos discriminación o desigualdad (Sánchez, 2009) precipitados por factores como la ausencia de equidad en los elementos del bienestar social, los estereotipos o prejuicios negativos que se transforman en un trato más desfavorable a determinados colectivos de personas, muchas veces de forma inconsciente. La fuerte emigración debido a las grandes crisis económicas es otro factor dinamizador de estos procesos que requieren sistemas políticos y educacionales que favorezca la igualdad de oportunidades.
La estructura social cada vez es más fragmentada en la que podemos diferenciar tres planos diferentes: la diversidad étnica, la alteración de la pirámide de edades y la pluralidad de la convivencia familiar (monoparentalidad, erosión modelo patriarcal, políticas de educación infantil débiles, dificultades de conciliación familiar-laboral).
Las personas pueden estar sufriendo de la exclusión social en diferentes ámbitos: económico, laboral, formativo, sociosanitario, vivienda, relacional o político.
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Todos estos factores van a necesitar del apoyo de profesionales de la orientación que realicen intervenciones psicopedagógicas desde un punto de vista intercultural que han de tener ciertas competencias básicas (promoción, retención e incorporación) de cara a su implantación en las organizaciones.
Los aspectos aquí citados se desarrollarán a continuación más ampliamente desde un enfoque inclusivo, de igualdad de oportunidades y de justicia social.
La exclusión social es un término con multitud de definiciones pero que todas ellas vienen relacionadas con la categorización que los seres humanos realizan de prácticamente todas las cosas que suceden en su entorno. Somos diferentes, muchas veces a simple vista, y esto es lo que de forma prácticamente inconsciente termina por clasificar de forma errónea a ciertos individuos. Es ese valor que se da en las clasificaciones el que expresa e implementa prejuicios, racismo, sexismo y en general intolerancia hacia la diferencia (Sánchez, 2009).
En mi opinión, la exclusión social significa la falta de equidad a la hora de incluir en la sociedad a ciertos grupos de personas por diferentes hechos, entre los que caben:
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Existen multitud de ámbitos en los que las personas pueden sentirse excluidas, los fundamentales son los citados en el trabajo Análisis de los factores de exclusión social (Subirats i Humet, 2005) de la Fundación BBVA en el se distinguen siete ámbitos de exclusión social:
Como ya mencionamos en la introducción, la exclusión social está directamente relacionada con la diversidad, por lo que la multiculturalidad forma parte de esta gran diversidad social en la que vivimos.
“La interculturalidad o el interculturalismo como lo denominan algunos autores, puede considerarse como una concepción teórica y práctica de carácter universal que atiende la diversidad cultural de todas las sociedades desde los principios de igualdad, interacción y transformación social. Implica una opción ética e ideológica de carácter personal, una forma de entender y vivir las relaciones sociales y una manera de plantear y desarrollar la educación (Lluch y Salinas, 1996; AECG, 1996)”.
Es por esto necesaria una educación intercultural basada en el respeto por la diversidad cultural de manera que los orientadores realicen las intervenciones para lograr una mayor igualdad de oportunidades. Parece por tanto esencial una vez más la educación psicopedagógica que sea capaz de transmitir estos valores a los demás. Estos conocimientos, habilidades y actitudes deben estar presentes en todos los orientadores que deben tener competencias, según Pedersen (1994), en tres elementos fundamentales:
Todo lo mencionado anteriormente tiene una labor educativa en la formación para la diversidad cultural, que no debe de limitarse solo a la interpretación teórica sino también a la promoción, retención e incorporación de las competencias a la sociedad. Aumentar la conciencia de las personas sobre estos hechos y su sensibilidad. Crear programas de orientación, enseñanza y de habilidades sociales e interculturales, el fomento de la inteligencia emocional entre los más jóvenes que será un valor añadido de prevención para sus vidas, son algunas de las tareas que se deben realizar y mantener para el fomento de competencias interculturales en una educación continua de base.
Todas las personas son especiales, independientemente de su género, raza, o discapacidades por lo que se deben de tomar estas diferencias desde una perspectiva positiva, dado que la evolución implica diversidad.
Los ámbitos donde aparece la exclusión social parece que se encuentran en su mayoría interrelacionados o existen personas que lo sufran en más de un ámbito. Por poner una persona emigrante, con un fuerte estigma cultural y étnico, tendrá graves problemas laborales, que a su vez podrán conducir a problemas residenciales y éstos a problemas familiares. Es por esto que los esfuerzos de inclusión deben centrarse en lograr la participación equitativa de todos los individuos en todas las facetas de la vida, labor difícil pero que debe realizarse desde una perspectiva educacional de base, educando en valores y actitudes prosociales. Todas las personas son especiales, independientemente de su género, raza, o discapacidades por lo que se deben de tomar estas diferencias desde una perspectiva positiva, dado que la evolución implica diversidad. Tenemos que aprender a recoger lo positivo de cada persona y encaminarla a que lo explote de la mejor manera posible para que contribuyan desde sus posibilidades a los procesos productivos.
La intervención orientadora debe partir de una formación integral y capacitada que se adapte a cada una de las necesidades de los diferentes grupos hacia su inclusión en la sociedad. No solo se debe de intervenir sobre los usuarios sino sobre el medio que permite la exclusión social, es decir las políticas de intervención, o incluso los medios de comunicación que incitan a ciertas exclusiones sociales. Se trataría de contribuir a modificar los aspectos inadecuados del marco educativo y contextual (Álvarez Rojo, 1994) y de apoyar el fortalecimiento de las personas en la sociedad, desarrollarlas en competencias y formarlas en capacidades para lograr que controlen sus vidas. Los orientadores son agentes de cambio que han de estar en constante colaboración con el resto de agentes formativos (profesores, padres, instituciones sociales, etc.).
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La labor de los orientadores no solo debe quedarse en la inserción laboral sino también a este fortalecimiento de las personas en el plano educativo ya que no nos podemos olvidar de que una buena base será el futuro de mejores generaciones. El orientador debe crear un proyecto profesional completo e integrarlo dentro del proyecto vital de las personas de manera que la persona consigue las capacidades necesarias para adaptarse a los cambios futuros y consiga ser el creador de su propia carrera personal y profesional, consciente de su vida. El orientador profesional cobra mayor relevancia como dinamizador en el desarrollo integral de las personas en riesgo de exclusión social, debido a ser las personas más vulnerables y con menos recursos para lograrlo por sí solas.
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Referencias y bibliografía:
Este trabajo forma parte de las actividades realizadas por Iván Pico Martínez para superar la asignatura Orientación para la Igualdad y la Inclusión Sociolaboral dentro del Máster Universitario en Orientación Profesional de la Universidad Nacional de Educación a Distancia durante el curso académico 2016-2017. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este documento sin consentimiento expreso del autor. Todos los derechos reservados.
Álvarez Rojo, V. (1994). Orientación educativa y acción orientadora. Relaciones entre la teoría y la práctica. Madrid: EOS.
Lluch, Xavier y Salinas, Jesús (1996). La diversidad cultural en la práctica educativa. Materiales para la formación del profesorado en Educación Intercultural. Madrid: MEC.
Malik Liévano, B. (2002). El enfoque intercultural en las organizaciones. Extracto del capítulo 6 del Proyecto Docente – Modelos de Orientación e Intervención Psicopedagógica. Madrid: UNED. Inédito.
Pedersen, P. B. (1994): A handbook for developing multicultural awareness (4th ed.). Alexandria, VA: American Counseling Association.
Sánchez García, M.F. (2009). La Orientación Laboral en contextos de diversidad personal, social y cultural. En L.M. Sobrado y A. Cortés Pascual (Coords.), Orientación Profesional. Nuevos escenarios y perspectivas (Cap. 8, pp. 161-181). Madrid: Biblioteca Nueva.
Suárez Ortega, M. (2006). Barreras en el desarrollo profesional femenino. Revista Española de Orientación y psicopedagogía (19) 1, pp. 61-72.
Subirats i Humet, J. (Dir.), Gomá Carmona, R y Brugué Torrella, J. (Coords.) (2005). Análisis de los factores de exclusión social. Documentos de trabajo 4. Fundación BBVA. Generalitat de Catalunya.
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