¿Has pensado alguna vez por qué las pastillas tienen colores diferentes? Quizás puedas pensar que el motivo no sea otro que diferenciarlas dentro de un pastillero para evitar inapropiadas equivocaciones al tomarlas, pero los colores y las formas de las patillas van más allá. Cuando tenemos que tomar un medicamento o fármaco (recordemos que por desgracia las pastillas pueden ser utilizadas como drogas para otros fines) lo primero que hacemos al verlo es crearnos una percepción del mismo, ya sea por su color, por su forma o incluso por su propio nombre que va a influir posteriormente en su efectividad ya que ésta viene condicionada a este primer estímulo visual.
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Las empresas farmacéuticas toman buena nota de esto y lo trasladan a los colores, formas, nombres y envases para crear un “efecto placebo” en el consumidor del fármaco que en ocasiones incluso es mayor que el del propio fármaco. Si nuestro cerebro cree que lo que tomamos es bueno, así lo interpretará o al menos lo intentará. El color del medicamento va a influir en su efecto sobre el paciente o consumidor. De hecho, un estudio de la Universidad de Bombai publicado en la revista International Journal of Biotechnology demostró que las personas tenían una cierta preferencia por las pastillas de color rojo o rosa. Además, el color amarillo se asociaba más al sabor salado, el blanco y el azul sin embargo evocaban más al amargo. Por su parte, el ya citado rosa le daba una percepción más dulce a la medicación, según el citado estudio a cargo de R.K. Srivastava y sus colaboradores.
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Al igual que nos pasa cuando comemos, las pastillas nos entran por los ojos y si no conseguimos que un paciente tenga una primera buena impresión de su medicación empezará su tratamiento con peor pie. El color, la forma, el nombre del medicamento y todo lo relacionado con la experiencia sensorial reforzará de forma positiva el tratamiento. Es lo que reflejo aquel dicho de “dorar la píldora” para poder tragarla mejor, volviéndolo más atractivo.
En el marketing farmacéutico se utilizan varias estrategias para conseguir un mayor efecto en sus fármacos:
2. Utilización de los nombres
Los pseudofármacos, como podría ser la Viagra, suelen llevar el propio nombre del fármaco estampado en la propia pastilla. Al ser una marca conocida ejercerá una sugestión mayor en el “paciente”. Esto suele pasar también con las drogas sintéticas de abuso, como el MDMA, que llevan sobreimpreso un logotipo o distintivo. De hecho, el ponerle un nombre a un fármaco aunque éste sea genérico favorecerá la confianza y predisposición para consumirlo.
3. Número de dosis
Por regla general, cuando el tratamiento asignado se reparte en más dosis a lo largo del día, su eficacia subjetiva también se multiplica. Un tratamiento que es recetado para tomarlo 4 veces al día tendrá una eficacia subjetiva del doble que si el mismo tratamiento se toma 2 veces al día, aunque la cantidad de dosis total sea la misma. En este aspecto, hay que tener en cuenta el diferente tipo de absorción de cada fármaco y sus efectos correspondientes por lo que hay que siempre seguir la pauta marcada por nuestro médico especialista.
Recuerda siempre seguir las recomendaciones y tratamientos de tu médico y farmacéutico y no te automediques. Los profesionales son los que realmente saben lo que hacen y ya sea gracias al efecto del fármaco o al efecto placebo lo importante es sanarse 😉
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