La infancia es una etapa del desarrollo evolutivo durante la cual los niños aprenden a gestionar el ambiente en el que viven y moldean en cierto modo esa parte genética de su personalidad a través del aprendizaje. Los referentes más directos de estos niños suelen ser madres y padres, familiares y gente que los rodea o incluso modelos más distantes que observan a través de otros medios.
Los niños aprenden por observación, principalmente
La observación e imitación es su principal fuente de aprendizaje a partir de la cual generan sus propias formas de ver el mundo, o deberían. Lo que sucede en muchas ocasiones es que este aprendizaje está basado en la exaltación de la juventud. La mayor parte de las cosas están pensadas para un consumo joven o para intentar sentirse lo más jóvenes posible siempre, como si ser mayor fuera una cosa mala. Nos venden cremas antienvejecimiento, los coches que te hacen parecer más joven, la ropa más moderna, la música… prácticamente todo está pensado para que la persona que consume se sienta en una juventud permanente. No en vano, a nivel de neuromarketing es lo que mejor funciona porque trasladar el espíritu joven implica trasladar una mente más impulsiva, más disfrutadora, menos reflexiva. Es decir, más consumista. Y alargar esto durante mucho tiempo es lo que mejor les viene a la sociedad de consumo.En este sentido no existe un equilibrio porque la población más infantil también tiene un acceso cada vez más temprano a herramientas de adultos o jóvenes cuando todavía son niños. Mientras que vendemos la eterna juventud a la vez exigimos a los niños que maduren mucho más rápido, porque tienen acceso a información de adultos, pero que a su vez no les explican bien cómo funcionan.
Los niños no son tontos
Tratamos a los niños como si fueran tontos, pero lo que son es ignorantes de toda la información a la que tienen acceso, sobre la que viven sobreestimulados. Se les debe explicar cómo funcionan las cosas para evitar comportamientos de adultos cuando todavía son niños. No debemos despojarles de su niñez antes de tiempo. No debemos presionarlos a tener que decidir sobre cosas de adultos, porque no tienen responsabilidad todavía suficiente porque lo único que quieren es jugar. Y deben seguir jugando. Está claro que sin niños no hay adultos, pero los adultos a su vez cuando llegan a esa edad en algunos casos se niegan a seguir creciendo y generan el llamado síndrome de Peter Pan que los mantienen en la ilusión de seguir siendo niños.
¿Por qué los niños quieren ser adultos?
Como decíamos, los niños quieren ser adultos básicamente porque es su futuro y su motivación generada por esa observación de lo que hacen los demás. Algunos de los motivos, totalmente normales, son:
- Independencia, libertad y autonomía. Los niños anhelan ser independientes, como observan de sus adultos que creen que lo son. Quizás porque ellos al ser tan dependientes de los adultos creen que una vez llegada esa edad ellos podrán hacer lo que quieran. Como es normal, los niños quieren tener autoridad para poder tomar sus propias decisiones. Cuando son pequeños sus limitaciones en la toma de decisión son limitadas porque sus adultos los deben educar en diferenciar las buenas de las manas, en tener un pensamiento crítico y una inteligencia emocional que les ayude a tomar esas decisiones. Sin embargo,durante la niñez, la falta de experiencia y la ignorancia limitan estas decisiones que a veces no son las adecuadas, por eso deben tener unos tutores que los guíen de alguna manera. El niño quiere ser libre para poder conducir su propio coche, o viajar a donde quiere, pero con la inocencia de un niño que todavía no sabe como lograrlo. Expliquémosles. Eduquémosles. El niño quiere esa dependencia, pero porque no quiere sentirse ignorado por los adultos en sus necesidades.
- Responsabilidades. Los niños, están madurando y saber que de mayores tendrán que tener ciertas responsabilidades, por lo que juegan y fantasean con tenerlas: una profesión, manejar dinero, manejar el hogar, un coche, etc. Esto es algo que los niños van aprendiendo a gestionar poco a poco, pero recordemos que los niños todavía entienden algunas de esas responsabilidades como parte de un juego, de ahí el problema de querer exigirles responsabilidades por encima de lo que son capaces de gestionar.
- Privilegios. Relacionado con lo anterior está la sensación de sentirse un privilegiado por tener acceso a lo que en un futuro también podrá hacer: ir a votar, conducir, entrar en determinados locales o incluso consumir sustancias restringidas para los adultos, con el peligro del falso control sobre ello que tiene. Por eso es tan importante la información para que cometan errores fruto de la ignorancia propia y normal.
¿Por qué los adultos quieren ser niños?
Por otro lado está el caso contrario, esos adultos que quieren volver a ser niños o que se niegan a ser adultos como Peter Pan. También tienen sus motivos:
- Menos responsabilidades. De pequeños queríamos tenerlas y ahora que sabemos lo que implican nos pueden abrumar: trabajo, facturas, familia… De pequeños solo se veían las partes buenas, porque el niño no tenía una responsabilidad real sobre ellas pero una vez que llegan ese estrés puede hacernos no querer afrontarlo. Lógicamente esto es algo que se tiene que ir trabajando y educando a lo largo de la vida.
- Menos estrés. Los adultos añoran la sencillez e inocencia de la infancia sin preocupaciones complejas y sin el estrés actual.
- Menos presión social. A medida que crecemos, y ya desde pequeños, se nos empiezan a exigir situaciones y plantear expectativas que generan presión de grupo por tenerlas que cumplir. Expectativas profesionales, financieras y sociales que nos tienen atados por el juicio de los demás. De pequeño todo era más permisivo.
- Volver a imaginar y crear. Los niños tienen una capacidad enorme de creatividad y de imaginación que se ve limitada en la edad adulta porque se vuelve más cohibida por otros factores que termina por limitar nuestra forma de pensar.
- Volver a jugar. El juego no se debe perder a lo largo de la vida porque nos mantiene activos y nos hace envejecer mejor, tanto cognitivamente como físicamente. Anhelamos la época en la que todo era juego y que una vez llegadas las responsabilidades adultas o la propia presión social nos limita el tiempo dedicado al juego que prácticamente era ilimitado en la edad infantil.
- Descubrir. La inocencia y el descubrimiento de la vida y las sorpresas que ella nos va enseñando a medida que crecemos nos hace vivir experiencias que siempre recordaremos. De joven todo es nuevo, y tenemos un mundo por descubrir. A medida que crecemos ese descubrimiento se limita aunque no debemos perder esas ganas de descubrir y aprender nuevas cosas.
- Volver a ser joven pero con la experiencia del adulto. Cuando somos mayores solemos echar la vista atrás y revivir secuencias de nuestra vida que seguro haríamos de otra manera con la experiencia acumulada posterior. ¡Quién no ha pensado eso alguna! “Ser joven con lo que sé ahora”. Pero eso no es posible, a no ser que seas Marti Mcfly y tengas una máquina de regreso al pasado. Además, seguramente hacerlo con la experiencia del adulto restaría esa emoción de hacer las cosas por primera vez.
Recomendaciones para no presionar a los niños por ser adultos
Las etapas del desarrollo de nuestras vidas están para algo y debemos respetar la edad del niño. Los niños son niños, pero sin niños tampoco habrá buenos adultos. Por tanto algunas recomendaciones para no presionar a los niños en esa madurez que no necesitan tener son:
- Respetar la etapa del desarrollo. Es importante conocer cómo se suceden las etapas, aprender sobre ello y echar la vista atrás con que tú también fuiste un niño. Exigir acorde a la edad y respetar la inocencia del niño.
- Jugar. Es la base del aprendizaje, y nosotros los guías del buen juego.
- Fomentar la creatividad y la imaginación.
- Aprender a gestionar las emociones.
- Potenciar el uso del pensamiento crítico.
- Informarse sobre lo que hacen, lo que leen, los videojuegos que consumen, las series de televisión, etc. Además, eso también en cierto modo nos va a rejuvenecer a nosotros o mantenernos al día.
- Desarrollar la comunicación y la complicidad. El niño necesita sentirse en un ambiente de confianza, porque a veces quieren madurar por intentar dejarse sentir ignorado por los adultos.
Y sobre todo, respetar la naturaleza del envejecimiento y disfrutarlo. De envejecer, hacerlo de forma óptima.
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