Aunque parezca mentira, las setas alucinógenas llevan un tiempo siendo el foco de un interesante debate a varios niveles. Se ha extendido la idea de que podrían ser parte de un buen tratamiento para olvidar experiencias traumáticas, para ayudar a personas a superar una depresión o a eliminar de su memoria esos momentos que les impiden vivir con normalidad.
Una idea que tiene cierto punto de acierto y cierto punto de error. En primer lugar, porque no hay estudio que sea capaz de demostrar que un recuerdo traumático se ha eliminado; en segundo, porque los efectos de estos hongos pueden ser difíciles de predecir en determinadas circunstancias.
Y es que la psilocibina, sustancia presente en todos los hongos pertenecientes a la familia de los psilocybes, causa ciertos efectos sobre el cerebro humano que resultan bastante interesantes desde una perspectiva médica. Es algo que altera la plasticidad del cerebro y que incluso modifica cómo se estructuran los recuerdos en él.
A priori, parece la base perfecta para llevar a cabo ese olvido de los recuerdos. Si puedes cambiar cómo se organizan las cosas en una estantería, entonces, cabría la posibilidad de quitar ese libro que nunca te gustaba. Pero la mente humana no funciona así. En esa estantería se pueden mover y cambiar de posición las cosas, pero no se puede quitar nada.
Salvando las distancias, este ejemplo representa lo que sucede cuando se consumen estas setas. Estudios con ratones han demostrado que, con la psilocibina, estos animales pueden olvidar respuestas asociadas anteriormente a estímulos negativos. Y además con mayor rapidez.
Gracias a eso, los ratones pueden “volver a la normalidad” en menos tiempo. Es precisamente por eso por lo que muchas voces han clamado que es posible trasladar esto a un tratamiento real en personas. Pero la situación vuelve a ser la misma, los recuerdos no se pueden borrar así, solo se reorganizan.
Además, hay un efecto peligroso en el uso de estas setas, o más bien de su sustancia central. Ese libro de la estantería que mencionábamos puede empezar a aparecer con más fuerza y presencia. O lo que es lo mismo, las personas que consumen la psilocibina son más propensas a revivir esas experiencias y recuerdos traumáticos.
Con estos hongos ocurre algo similar a lo que sucede con la Salvia divinorum. Esta planta, usada en algunas culturas para ver “más allá”, o incluso como sustituta de las setas alucinógenas, modifica el funcionamiento del cerebro también de forma temporal.
Sobre el papel, estos efectos resultan interesantes para psicólogos y para cualquier profesional intrigado por el comportamiento de la mente humana. Sobre la práctica, es un asunto especialmente delicado.
Expertos en la materia han estudiado los efectos que puede causar la psilocibina en el cerebro, de hecho, son lo que ha permitido afirmar lo que hace a nivel de estructuración de los recuerdos. Y eso nos lleva de nuevo a ese “reflote” de las malas experiencias. Las personas que toman dicha sustancia, son más propensas a revivirlas.
Algo que, a priori, es muy negativo para la salud mental de cualquiera, sobre todo si muestra un cuadro depresivo o arrastra algún tipo de estrés postraumático. No es lo más adecuado para que un psicólogo lo aplique como tratamiento, sobre todo porque es un profesional que siempre debe saber cómo actuar para llevar a una mejor salud mental.
Sin embargo, hay un “pero” en todo esto. Usar la psilocibina en un contexto controlado sí que puede ser beneficioso para la persona en cuestión. Al revivir dichos recuerdos con más intensidad en compañía de un profesional, este puede actuar con más eficacia para ayudar a que el dolor se mitigue.
En cierto modo, y aunque son pocos los estudios que lo han demostrado hasta el momento, esta sustancia presente en hongos psilocybe permite trabajar todo eso que ha generado un trauma para que la persona vuelva a la normalidad con más rapidez.
Como decíamos antes, no puede hacer que el libro desaparezca de la estantería, pero, contando con la ayuda profesional adecuada, sí que podría servir para que ese libro deje de resultar molesto. Es curioso cómo funciona la mente humana, y también la cantidad de tratamientos y soluciones que pueden surgir con el paso de los años.
Por ahora, las conclusiones no terminan de ser definitivas. Se sigue avanzando en los estudios y se sigue abordando el potencial de los hongos alucinógenos. Pero se hace con cuidado y con muchísima atención, porque son algo que puede resultar peligroso en cierta medida.
La psicología nunca descansa, y puede que aquí haya encontrado otro camino que explorar y en el que afianzar una buena base para la salud mental de las personas. El tiempo y los estudios dirán, aunque por ahora no hay un rumbo del todo claro.