Cuando nos miramos ante el espejo no siempre percibimos la realidad tal cual como es sino como nuestra mente la procesa en función de nuestro estado emocional, psicológico y físico. Por eso hay días en los que nos vemos más o menos atractivos o valoramos mejor o peor nuestro aspecto físico, influenciado también por el estado de nuestra autoestima personal. La imagen corporal que nos creamos depende de mucho más que el aspecto físico real.
La representación del cuerpo que cada persona construye en su mente junto a la vivencia que tiene del propio cuerpo es lo que definimos como imagen corporal. No podemos confundir el término imagen corporal con el de apariencia física. Una persona que tiene una apariencia física diferente al estándar del canon de belleza tradicional puede sentirse igualmente cómoda con su cuerpo mientras que también se puede producir lo contrario, una persona con una apariencia física aparentemente perfecta puede no sentirse bien consigo misma en relación a su imagen corporal (Salaberria, Rodriguez y Cruz, 2007).
Por tanto, la apariencia física en sí no es el determinante fundamental de que, por ejemplo, una persona decida someterse a una operación de aumento de pecho o no, o de que influya en sus interacciones sociales. La responsable de estas decisiones será la imagen corporal percibida y su necesidad de verla mejorada ya sea a nivel físico o psicológico. La imagen corporal es la percepción de la apariencia física asociada a la emoción que produce en la persona esa imagen de sí misma.
Tener una imagen corporal adecuada es uno de los pilares básicos de nuestro equilibrio emocional y psicológico ya que la apariencia física que tenemos, la cual no depende en la mayoría de los casos de nosotros mismos, es con la que tenemos que convivir y es la primera fuente de información en cualquier interacción social. Procesar esa información personal de manera errónea creará una imagen corporal desvirtuada que afectará a nuestras vidas, a pesar de que como decimos no sea dependiente de nosotros en muchos casos.
Nacemos así, o bien podemos tener problemas congénitos, enfermedades o accidentes que pueden desfigurar nuestra apariencia, además del propio deterioro por el paso del tiempo y la vejez, que para muchas personas es difícil de llevar. Todo esto vendrá determinado, según Cash y Pruzinsky (1990) por tres aspectos fundamentales que forman nuestra imagen corporal:
Todos estos aspectos van elaborando a lo largo de nuestra existencia la imagen corporal que tenemos de nosotros mismos. Unos aspectos influyen sobre los otros, si comportamentalmente no estamos haciendo de manera adecuada, influirá e incrementará nuestros pensamientos asociados a esa apariencia física y a su vez distorsionará la percepción que tenemos de nosotros mismos a lo largo de los años.
Construir una buena imagen personal está directamente relacionada con nuestro bienestar psicológico y ya debe ser cuidada desde los primeros años de vida, con una adecuada educación al respecto entendiendo, comprendiendo y aceptando nuestro cuerpo, así como conocer cómo mejorar nuestra imagen personal para evitar alteraciones de la misma en edades posteriores que puedan dar lugar incluso a trastornos psicológicos. Cuidar tu cuerpo también es cuidar tu mente, y viceversa.
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Referencias:
Cash, T.F. y Pruzinsky, T. (1990). Body images: development, deviance and changes. Nueva york. Guilford Press.
Salaberria, K., Rodríguez, S., Cruz, S. (2007). Percepción de la imagen corporal. Osasunaz, 8, 171-183