Las funciones del movimiento corporal constituyen una gran herramienta psicoterapéutica y pedagógica de suma importancia tanto en la vida cotidiana como en la práctica deportiva ya sea a nivel de base como a nivel profesional. La psicomotricidad forma parte de dos conceptos que confluyen: la neurología y la psicología
Desde la perspectiva neurológica se hace referencia a tres sistemas:
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Desde la psicología, el movimiento corporal es considerado como una forma expresiva y de comunicación que permite un contacto con el exterior, acomodándonos y actuando sobre ese mundo exterior. Este movimiento se articula por tres factores.
Tenemos que tener en cuenta la evolución y cambio que se produce a lo largo del tiempo en nuestra psicomotricidad debido a una génesis y maduración que van pasando por diversas etapas.
Los elementos fundamentales de la psicomotricidad son:
El término psicomotricidad fue acuñado por primera vez por
Otros autores han ido dando forma al concepto:
Jean Piaget: el movimiento y acción como origen del desarrollo de la inteligencia.
Henri Wallon: señaló la importancia de la función tónica en la comunicación y las emociones.
Sigmud Freud: el cuerpo es el lugar donde se manifiestan las pulsiones inconscientes y los síntomas, traducción de una conflictividad psíquica.
Julian de Ajuriaguerra instituye la psicomotricidad como una práctica original y específica. Afirma que los síntomas corporales permiten llegar al núcleo del problema, que se sitúa normalmente en el control tónico-emocional, origen de la relación.
Ajuriaguerra define los conceptos de la psicomotricidad actual:
Esta etapa se puede dividir en tres subetapas o estadio sucesivos.
El primero es llamado por Wallon como estadio impulsivo o nivel reflejo según Piaget. En todo caso, se caracteriza por el predominio de las sensaciones interoceptivas y propioceptivas. Desaparecen los reflejos arcaicos y aparecen los reflejos aprendidos o condicionados, ligados a las necesidades vitales alimenticias y posturales del bebé.
Hacia los seis meses aparece un subestadio emotivo, llamado así por Wallon. Predomina una función tónica que organiza los sistemas interoceptivos y propioceptivos. Aquí se sitúa el origen de las primeras emociones y da lugar al diálogo tónico bebé-madre como primera forma de comunicación humana.
Posteriormente encontramos el estadio sensoriomotor, denominado así por Piaget. Se prolonga hasta el final del segundo año y se caracteriza por la aparición y desarrollo de la actividad psicomotriz. Esta actividad se desenvuelve en dos direcciones:
Funciones importantes que se desarrollan en esta época son la prensión, el autodesplazamiento (gateo, marcha y la carrera) y el paso del espacio próximo al espacio locomotor.
Según Jacques Lacan y su psiconanálisis, encontramos en esta fase el desarrollo del estadio del espejo, como experiencia decisiva para el reconocimiento del propio cuerpo, la integración de la imagen corporal y el encuentro con el deseo del otro.
Para Piaget, es la época de la inteligencia sensoriomotriz. El niño realiza actos con una cierta lógica práctica, imita gestos y expresiones que podemos considerar como un preámbulo de la representación.
Aparece durante el segundo año y se prolonga durante el tercero. La actividad pasa de ser sensoriomotriz a ideomotriz. Las imágenes mentales son proyectadas en actos. El tipo de actividad más utilizado es el de la imitación de gestos y actitudes, desarrollando así la capacidad representativa. Se perfecciona la marcha y la carrera, el equilibrio dinámico y el control postural.
Con este estadio se cierra la etapa de la experiencia del cuerpo vivido, que podemos considerar como el primer esbozo del esquema corporal.
Las dos siguientes fases las podemos encuadrar dentro de las fases del desarrollo del esquema corporal.
La adecuada construcción del esquema corporal depende de cuatro factores:
Ajuriagerra, en 1970, distingue tres etapas en la construcción del esquema corporal:
El perfeccionamiento de una motricidad es esencialmente lúdica y placentera. En ella el cuerpo del niño se presenta también como emisor del juego simbólico en la medida que representa con gestos los objetos y las acciones de las personas.
La evolución de la percepción del propio cuerpo va hacia una discriminación de las diferentes partes del mismo, dentro de la noción de unidad corporal como estructura global. Esta percepción se da mediante la asociación de datos visuales y kinestésicos, y mediante la verbalización de las diferentes partes del cuerpo que favorece la representación mental. Es hacia los seis años cuando el niño puede tener ya una buena representación topológica de su cuerpo y sus partes.
El espacio orientado se gesta en el propio cuerpo, organizándose a partir de él, los ejes de referencia. El tronco y las piernas materializan la vertical; los brazos extendidos, la horizontal. A partir de estos ejes se orienta la derecha y la izquierda, el delante y el detrás. El niño de 6-7 años ha interiorizado el eje corporal y puede proyectar esta orientación corporal hacia el exterior. Se adquiere la lateralización definitiva con el consiguiente predominio lateral de la derecha o la izquierda.
La representación mental del propio cuerpo es posible gracias a una doble imagen corporal:
El niño de 7-8 años puede situarse en referencia a los objetos y situar estos unos en relación con otros. Además, la representación simbólica permite operaciones espaciales representadas sobre un espacio virtual.
El tiempo más significativo de la formación llega sobre los doce años. El niño, ya en su preadolescencia, puede integrar los datos de lo vivido con los datos perceptivos y cognitivos, condición necesaria para la unidad afectiva e intelectual de la persona. Su propia imagen ya es rica en detalles.