La música y la danza cumplen un rol importante en la experiencia humana. Sin embargo, ambos conceptos exigen un entrenamiento único que la mayoría de personas desconocemos.
El ballet es una danza clásica destinada a ser escenificada de manera grupal. Requiere de una exhaustiva preparación física y el uso de indumentaria específica. ‘’Como bailarín, es importante concentrarse en fortalecer los pies, ya que sirven como una fuente vital de equilibrio, apoyo y propulsión. Asimismo, la práctica profesional requiere del uso de prendas como el maillot, los calentadores, el popular tutu, zapatillas de ballet, muñequeras y de vendas para proteger los dedos de los pies de roces y lesiones’’, sostiene Mariana García, coeditora de Deportes en Reviewbox.
Además, los bailarines necesitan prepararse mentalmente para desarrollar los movimientos adecuados y al ritmo de la música. Pero, ¿cómo funciona esto? La neurociencia se ha encargado de estudiar la influencia de la música en las áreas más profundas del cerebro.
Se han desarrollado diversos métodos para comprender los procesos que genera la danza en la actividad cerebral. Concretamente, para investigar la coordinación mental que requiere la danza.
La actividad cerebral y auditiva de los bailarines profesionales es completamente distinta que las personas sin experiencia. El cerebro de una bailarina profesional de ballet reacciona más rápido a los cambios de la música clásica, la escucha a largo plazo y la actuación de danza audiovisual. Estas funciones cognitivas le permiten tener un buen sentido del ritmo.
En 2008, un artículo de la revista Scientific American, mencionó que sincronizar la música y el movimiento, la danza, esencialmente, comprende un “doble juego de placer”. Es decir, la música incentiva los centros de recompensa del cerebro, mientras que la danza activa sus circuitos sensoriales y motores.
Los estudios han identificado las regiones del cerebro que contribuyen al aprendizaje y rendimiento de la danza. Estas regiones incluyen la corteza motora, la corteza somatosensorial, los ganglios basales y el cerebelo.
La corteza motora participa en los impulsos nerviosos para la producción, el control y la ejecución del movimiento voluntario. La corteza somatosensorial interviene en el tratamiento de información sensorial para ejecutar la coordinación ojo-mano. Los ganglios basales trabajan con otras regiones del cerebro para coordinar el movimiento. El cerebelo procesa información del cerebro, de la médula espinal y de los receptores sensoriales con el objetivo de señalar el tiempo exacto para realizar acciones motoras finas y complejas.
El ballet requiere fuerza postural, central y estabilizadora. Por tanto, mejora la coordinación y control sobre su cuerpo. Además, los ejercicios de estiramiento le otorgarán mayor flexibilidad, un mejor balance y postura. La flexibilidad también puede reducir el estrés y fomentar la relajación.
Toda actividad física interviene sobre la liberación de endorfinas, sustancias naturales sintetizadas por el cerebro que alivian el dolor y reducen el estrés. Además, influyen en la modulación del apetito.
El entrenamiento de la danza podría retrasar o prevenir el Alzheimer. Las rutinas de ballet no solo trabajan tus músculos, sino también tu memoria.