Dentro de los trastornos alimenticios (TCA) podemos encontrar la bulimia. Se caracteriza por una gran falta de equilibrio y dificultades en la gestión emocional que, entre otras cosas, desembocan en los conocidos como episodios de atracones y purgas. Igual que en TCA como la anorexia, la bulimia puede verse desde un punto de vista psicológico como intento de gestión de emociones a través del cuerpo. Un miedo excesivo a perder el control y al abandono que se mezclan con ciertas tendencias impulsivas. La terapia para bulimia es complicada. Debería, entre otras cosas, centrarse en aprender a gestionar las emociones, mejorar la autoestima del paciente y lograr que aprende a relacionarse de un modo más gratificante con los demás.
Ante todo, hay que destacar que como cualquier otro TCA, la bulimia puede ser complicada a la hora de establecer patrones. No obstante, hay una relación frecuente entre las personas bulímicas y los traumas en la infancia. Traumas como abusos, negligencias parentales o abandonos emocionales. Esto último es esencial; y es que muchas personas que sufren este TCA asocian el atracón como una defensa contra el temor al abandono.
Una persona bulímica que ha sufrido un abandono emocional en la infancia, asociará estas situaciones a una falta de valor. A esas edades somos incapaces de analizar en profundidad los conflictos, siendo más sencillo asociar esas actuaciones con un problema que representamos nosotros mismos. No tenemos valor para ellos. No somos válidos. Esto hace que la imagen del niño sobre sí mismo sea mala y que desarrolle una autoestima más bien baja.
En la adolescencia las cosas pueden no mejorar. Nos enfrentamos a momento de emociones fuertes. Etapas complicadas en la que la validación de los demás nos importa muchísimo. Muchas situaciones pueden retrotraernos a esos momentos de abandono de nuestra infancia y desembocar en periodos de ansiedad bastante importantes.
Una sociedad que, además, valora en exceso el físico no ayuda. Así, los adolescentes intentan buscar ese apoyo y validación a través del cuerpo.
Generalmente hay una negación de comida que sólo sirve para crear un hambre física, pues no estoy comiendo lo suficiente, y un hambre emocional de amor y validación. Es justo el momento en el que aparece la impulsividad. El momento en el que se come en exceso. Tras esto, viene el momento de autoexigencia, de castigo por no haber sido fuerte. Así, llegan los episodios de purga tras grandes atracones. Esta purga logra restablecer un poco (de forma completamente falsa) nuestro equilibrio emocional, pues podemos actuar como si nada hubiera pasado, como si esa comida no existiera.
Como comentábamos, no todos los pacientes que padecen bulimia tienen este patrón, pero sí es bastante recurrente. Lo que está claro es que se entra en un círculo vicioso que se mantiene gracias a estas conductas autodestructivas.
Una terapia para personas con bulimia debería trabajar en aspectos como las herramientas para gestionar las emociones. Una persona bulímica no es capaz de ver grises, sólo blancos y negros, por lo que es importante hacer fuerza en que pueda lograr confiar en sí misma y en su cuerpo para regular ese hambres insaciable de otra manera mucho más saludable.