Durante un viaje con amigos uno de ellos nos avisó de que no nos preocupáramos si de noche hablaba, se alteraba o gritaba cosas sin demasiado sentido. Tenía terrores nocturnos. Era la primera vez que me coincidía tener cerca a una persona que tuviera este tipo de trastorno del sueño. Llegó la noche y sucedió. Mi amigo nos despertó a todos recreando de forma conductual, mediante palabras e incluso movimientos, lo que estaba sucediendo en sus ensoñaciones. Sinceramente me impresionó lo que nuestro cerebro puede llegar a hacer de manera inconsciente. Lo tranquilizamos y siguió durmiendo.
Los terrores nocturnos son un tipo de trastornos del sueño, concretamente llamados parasomnias, caracterizados por episodios de despertar bruscos. A pesar de tener los ojos abiertos la persona no está completamente despierta y no es fácil tranquilizarla. Si se despierta de manera consciente se muestra aterrorizada y confusa. Previamente al despertar se suelen preceder llantos o gritos de angustia. Además, pueden acompañar al episodio comportamientos típicos de una situación de miedo como golpes inconscientes del entorno y una gran activación autonómica (sudor, hiperventilación, taquicardias, pupilas dilatadas…).
Es decir, la persona que los sufre lleva a la realidad conductual la situación de miedo que está viviendo en sus ensoñaciones la cual no coincide con la realidad del contexto, lo que es muy impactante para la gente que lo presencia o duerme con estas personas. Es un ejemplo de que las emociones no descansan ni durmiendo.
La duración de los episodios de terror nocturno suelen oscilar entre 10 y 20 minutos para después volverse a dormir. Se producen casi exclusivamente durante las fases de ondas lentas (I y IV) del sueño profundo en el primer tercio de la noche. Es decir, en las fases no-REM. Normalmente a la mañana siguiente la persona no recuerda lo sucedido o lo hace de manera muy fragmentada (amnesia retrógrada).
Los terrores nocturnos, como sucede con las pesadillas, son más frecuentes en la infancia. Según, Wilson y Nutt (2010) hasta un 30-40% de los niños tienen al menos un episodio de estas características durante su infancia aunque su prevalencia es mucho más baja (1-6%). Los casos en los que se inicia en la infancia o en la adolescencia temprana pueden ser debidos a una inmadurez en el sistema nervioso central mientras que los originados en etapas más maduras se relacionan con un trastorno psicológico (1%, según datos APA, 2002). Nótese que este tipo de trastorno tiene una importante predisposición genética, por lo que suelen existir antecedentes familiares similares.
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Si tienes un problema relacionado con el sueño, lo primero que debes hacer es consultarlo con un especialista y un psicólogo suele ser la mejor opción. El problema como trastorno a tratar solo es tal si los despertares impiden realizar una vida normal o tiene una repercusión clínica en la persona que lo sufre debido a no descansar bien o a la ansiedad que genera. Los terrores nocturnos tienen muchas similitudes con otra parasomnia, el sonambulismo. Ambas se produce en las mismas fases de sueño no-REM de ondas lentas y en la misma franja horaria. En ambos casos, la persona suele tener una falta de contacto con la realidad externa.
Los despertares programados es la estrategia de tratamiento más utilizada para los casos tanto de terrores nocturnos como de sonambulismo. El procedimiento requiere la ayuda de un familiar o allegado que duerma con la persona afectada por lo que se requiere cierto entrenamiento resumido en estos pasos a seguir:
En el caso de los niños, como los episodios se suceden en el primer tercio de la noche, normalmente los padres no se han acostado por lo que el procedimiento se vuelve más sencillo y de fácil cumplimiento.
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Referencias:
American Psychiatric Association (2000) . Diagnostic and statistical manual of mental disorders. (4th ed. text revised). Washington, D.C. : APA. Traducción a l español: Madrid: Masson (2002).
Comeche Moreno, I., Vallejo Pareja, M.A. (2016). Lecciones de Terapia de Conducta. Madrid: Dykinson
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