Vivimos una revolución digital que está cambiando nuestros hábitos y formas de interactuar y relacionarnos con todo aquello que nos rodea. Nuestros comportamientos se están acostumbrando cada vez más al uso de las nuevas tecnologías y a recibir cada vez más estímulos externos a través estas herramientas que facilitan el acceso a un sistema y un mercado que antes estaba mucho más limitado por la necesidad de la presencia física y todo lo que ello supone.
A la par que avanzamos como sociedad, también lo hacen nuestras adicciones, como forma de comportamiento que son, están cambiando y en especial en los llamados nativos digitales, que ya han nacido de la mano de la tecnología. Antes se focalizaba mucho en los problemas de adicción relativos al consumo abusivo de sustancias entre los adolescentes, y no tan adolescentes. El consumo de alcohol, tabaco, drogas de abuso como principales amenazas de caer en una adicción tóxica ha dado paso en los últimos años a otro tipo de problemas cada vez más comunes entre los adolescentes. Esos jóvenes que con solo coger sus teléfonos móviles tienen acceso a todo y más desde cualquier sitio, de manera instantánea y con el refuerzo de sentirse con una capa de invisibilidad. Nos sentimos personas anónimas para realizar ciertas conductas que en persona sería más difícil realizar. Estamos hablando de las nuevas adicciones relativas a las nuevas tecnologías: adicción a internet, a las redes sociales, a los videojuegos, a las compras, las apuestas online, pornografía o incluso a relaciones emocionales virtuales tóxicas. Los jóvenes cada vez están más enganchados a sus teléfonos, a sus consolas y dejan de lado la realidad, sus estudios o incluso sus familias. Se han vuelto adictos, y esto se ha vuelto una de las principales causas de tratamiento de adicciones en las clínicas especializadas. Acudir a un profesional experto ante cualquier tipo de alerta que veamos respecto a ellas será la mejor solución y prevención.
El gran problema de estas nuevas adicciones, es que de momento no se les ha dado tanta importancia o peligrosidad sobre la salud como puede ser el consumo de sustancias. Esto en parte es cierto, ya que el consumo de sustancias da lugar, a parte de la dependencia psicológica, a una dependencia fisiológica mayor y sobre todo a problemas derivados de intoxicaciones que afectan directamente al organismo. Sin embargo, debemos tener en cuenta que todas las adicciones, a nivel cerebral, funcionan de una manera parecida y atacan a nuestro sistema de reforzamiento del placer, que nos solicitará más dopamina, más dosis a medida que caemos más en la adicción y acumulamos tolerancia a la misma. Este sistema se activa de la misma manera ya bien sea fumando un cigarro, bebiendo alcohol, consumiendo cocaína que consumiendo videojuegos de manera abusiva. Terminará por crear dependencia como única vía para sentir placer. Y el placer nos gusta a todos.
Los trastornos por adicciones comportamentales ya estaban recogidos en los manuales y clasificaciones de enfermedades mentales, pero tanta ha sido la propagación de la adicción a los videojuegos que la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció en 2018 el diagnóstico de trastorno por videojuegos dentro del CIE-11 (clasificación Internacional de Enfermedades). Los criterios diagnósticos de un patrón de conducta de juego continuo implican comportamientos tales como:
Como ya explicamos, la clave la tiene el sistema de reforzamiento del placer cerebral, dominado por el neurotransmisor dopamina que es la que se encarga de decirnos lo que nos gusta y lo que no, el cual es necesario para nuestra propia evolución, pero no tanto cuando los sobreexcitados de manera no natural, ya sea mediante sustancias psicoactivas o consumos comportamentales exagerados.El sistema se basa en un aprendizaje relacionado, desde mi punto de vista, con tres grandes variables: la contingencia, la contigüidad y la anticipación.
Damos por sentado que nuestros jóvenes están preparados para asumir todas las amenaza que reciben y controlar sus impulsos de consumo, pero la realidad es que la sociedad avanza más rápido que el desarrollo biológico de nuestro cerebro. Por este motivo, debemos estar atentos y exigir una mayor educación emocional y en nuevas tecnologías para evitar que los avances tecnológicos no se vuelvan en nuestra contra. Los seres humanos somos nuestro propio superdepredador.