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El duelo: 30 herramientas para la gestión emocional tras la pérdida de un ser querido

El duelo es una respuesta adaptativa normal que sobreviene ante una pérdida. Esta puede ser la de un ser querido, una mascota, una relación o un empleo.

La mayoría de las veces se relaciona el duelo con el deceso de un ser amado, que suele ser el tipo con más intensidad, pero hay otras pérdidas que también pueden llevar a experimentar un duelo, tales como perder estabilidad financiera, la venta de una casa familiar, un aborto, la jubilación, deterioro de la salud, enfermedad de un ser querido o la propia, pérdida de independencia tras una enfermedad o un divorcio.

El duelo

El duelo se puede manifestar de diferentes formas. Por lo general, las personas se sienten alejadas de la cotidianidad, adormecidas, incapaces para seguir con sus deberes, sentir emociones difíciles, como la incredulidad, la ira, la culpa o la tristeza.

Incluso, el duelo puede afectar la salud física al hacer difícil conciliar el sueño, pensar de forma clara o cumplir con los horarios de las comidas. Externamente, la persona puede adoptar un luto, que es un proceso cultural formalizado, además de tener reacciones como ataques de rabia o de llanto. Se trata de reacciones normales ante una nueva realidad.

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Características del duelo

El duelo se caracteriza por:

  • Una forma diferente en la cual cada persona puede llevarlo. Aunque existan etapas del duelo, la verdad es que no todas las personas reaccionan de la misma forma.
  • Es un proceso que va evolucionando.
  • Su función es adaptativa, pues, se elabora una respuesta para adaptarse a una nueva forma de vida, tras la pérdida.
  • Es un proceso universal, pero también personal, y doloroso.

La duración y la intensidad del duelo son proporcionales al significado que tenía lo que se ha perdido; suele ser un proceso fuerte que puede ser abrumador para muchos.

El duelo es una reacción natural ante una pérdida. Puede derivarse de la pérdida de un ser querido u ocurrir al recibir un diagnóstico terminal, bien sea personal o de alguien a quien se ama.

Los especialistas suelen recomendar a los dolientes asumir que no se puede controlar el proceso, sino vivir el curso natural del mismo.

La pérdida de un ser querido

Cuando se trata de la pérdida de un ser querido, el proceso del duelo puede ser mucho más intenso y doloroso que en otros casos, por lo que es un proceso que no concluye en un estado en el que el doliente sigue siendo la misma persona, sino que implica cambios profundos. Es un proceso a largo plazo y no es lineal.

La PhD en psicología, profesora Liliana Salcido Cibrían, y otros autores, enfatizan que no es tarea fácil delimitar el constructo de duelo, ya que incluye diferentes factores. Pero, desde una perspectiva psicológica es definido como una expresión que surge ante la pérdida de un ser con el que se ha establecido un vínculo, integrado por componentes emocionales, cognitivos y relacionales.

Además, acotan que se trata de una reaccional psicológica universal, no patológica, pero sí una de las experiencias vitales más estresantes que se puedan experimentar en la vida.

Además, la persona podría afrontar un estrés traumático, el cual se debe evaluar considerando la historia previa de pérdidas del doliente, la personalidad, la vivencia de otros eventos traumáticos, la salud mental al momento del hecho, entre otros.

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La pérdida de un ser querido es concebida como la pérdida de una serie de interacciones, de ser, de comportarse, de experiencias, roles y significados que esa persona representaba y ello conlleva cambios internos y externos en la realidad.

También es común que algunas personas, luego de enterarse de una noticia inesperada y negativa, actúan de forma poco racional, involucrándose en situaciones que suponen un riesgo vital, como si buscasen su propia muerte. Por ejemplo, el cruzar las calles o avenidas con menos cuidado o conducir a excesiva velocidad, bien sea de forma consciente o inconsciente.

Estos dolientes ameritan recuperar su sentido de vida, su sensación de estar a salvo, el sentimiento de que son importantes para otras personas, el autocuidado, entre otros.

De igual manera, se suele hablar de tres tipos de reacciones al momento de afrontar un evento doloroso, tal como evadir, negar y afrontar. Cada forma de afrontamiento supone una actitud ante la vida, que se puede traducir en la búsqueda de distractores, continuar como si nada hubiese ocurrido o crecer, mejorando su funcionamiento.

Herramientas para afrontar la pérdida de un ser querido

Con base en lo anterior, los profesionales de la salud deben evitar pronunciar afirmaciones, tales como que “la muerte lleva a un alivio”, “fue la voluntad divina”, tomar por cierto que el doliente es fuerte y si ocurrió es porque puede soportarlo, con la frase: “Dios no da cargas que no puedas soportar”, entre otras, así como tampoco debe evadir aspectos sobre el tema referidos a la persona que murió.

Por otro lado, cuando una persona fallece, deja una huella, una forma de ver la vida, una influencia de sus experiencias, sentimientos y costumbres que pueden ayudar a sentirse reconfortado.

Al inicio del duelo, los recuerdos y esta huella estará acompañado del dolor, pese a que se da la necesidad de recordar, de conservar sus pertenencias y sentirse triste, pues esto también significa un alivio. A medida que el proceso se elabora, la aceptación contribuye a vivir el duelo con más serenidad y aquel vínculo se comienza a vivir desde el agradecimiento.

Algunas de las estrategias para manejar el duelo incluyen:

  1. Narrativa terapéutica, como forma de apertura de los sentimientos.
  2. Uso de fotos para evocar recuerdos, a modo de promover la reconciliación y el poder despedirse.
  3. La reestructuración cognitiva, que permite cambar aquellos pensamientos desadaptativos por unos más adaptativos.
  4. El entrenamiento de habilidades sociales para buscar apoyo afectivo.
  5. Técnicas de relajación.
  6. Arteterapia, para manejar las emociones, gracias a su potencial sanador.
  7. Rituales de despedida.
  8. Lectura reflexiva.
  9. Elaboración de un libro de recuerdos.
  10. Conservar o usar de forma cotidiana un objeto que recuerde a la persona fallecida.
  11. Peregrinación personal, o el poder visitar a otras personas o sitios relacionados con la persona fallecida.
  12. Epitafios, o una frase adecuada que tenga un significado para el doliente y el fallecido, que bien se puede dejar tallada o no.
  13. Ser amable consigo mismo, ya que se trata de un proceso no lineal.
  14. Evitar juzgarse con frases como “debería” o “tendría que”.
  15. Compartir con más personas.
  16. Darse tiempo para sanar.
  17. Llorar, si lo necesita.
  18. Regreso progresivo a las rutinas diarias.
  19. Evitar metas pocos realistas.
  20. Cuidarse físicamente, comiendo de forma equilibrada y descansando lo suficiente.
  21. Si nota nuevos síntomas, acuda con el médico.
  22. Tratar las enfermedades, si las padece, o atender las que puedan aparecer.
  23. Escribir una carta con quien tenga algo pendiente, bien sea a la persona fallecida, a Dios, al universo, a su cuerpo, a instituciones, a su enfermedad, para facilitar la ventilación de emociones, aunque estas no sean enviadas.
  24. Evaluar su propia vida, preguntándose quiénes han sido importantes en su vida, si ha logrado lo que ha querido, qué necesita para sentirse realizado, qué le ayudaría a sentirse mejor en el momento, entre otras.
  25. Evitar tomar decisiones importantes en ese momento.
  26. Evitar el consumo de bebidas alcohólicas.
  27. Evitar el consumo de sustancias adictivas.
  28. Rodearse de otras personas, plantas, mascotas.
  29. Enfocarse en sí mismo y en el autocuidado.

Con el duelo se reconstruye un mundo de significados, así como de la identidad, e involucra al doliente, a la familia y a la sociedad. Es necesario entender que muchas actividades diarias le pueden evocar recuerdos y sentimientos, llenos de dolor, y que podría sentirse en medio de un mundo que sigue su curso, sin darse cuenta de cuánto sufre el doliente.

Por último, y con la herramienta número 30,  una forma de honrar a la persona fallecida es a través de su huella vital, de sus gestos, risas, costumbres, forma de comportarse, el impacto positivo que ha tenido en la vida de los demás, sus valores, creencias, e identificar las huellas que se desean retener y cuáles se desean cambiar.

Lo expuesto en este texto es de orientación para quienes han perdido a un ser querido, pero de ninguna manera sustituye el apoyo psicológico o médico, al cual se recomienda acudir para elaborar el proceso de forma adecuada y adaptativa.

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Bibliografía

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  • Oviedo Soto, S. J., Parra Falcón, F. M., & Marquina Volcanes, M. (2009). La muerte y el duelo. Enfermería global, (15), 0-0.
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Isbelia Farías

Isbelia Farías, filósofa, formada en Logoterapia