Curiosidades

Tristeza navideña, un fenómeno más extendido de lo que piensas

Llega la recta final del año y, para la inmensa mayoría, las fechas en las que todo es felicidad, alegría, reunión y jolgorio. Sin embargo, también hay personas que, por alguna razón, encaran las navidades con cierta tristeza.

Un fenómeno muy extendido y al que se conoce como tristeza navideña, como bien acuña la psicóloga de Barcelona Susana del Corral. Uno que demuestra que estas fechas no siempre son sinónimo de sonrisas, villancicos y alegrías. Su ritmo y desarrollo pueden dejar una huella que baja el ánimo de muchas personas.

¿Por qué exactamente? Es una cuestión interesante y que vamos a analizar aquí. Aunque lo haremos con una perspectiva “evergreen”, es decir, obviando factores puntuales como el de la pandemia en estas últimas navidades. Una argumentación en base a observaciones de carácter general.

Pero, ¿por qué nos entristece la Navidad?

Aunque pueda no parecerlo, lo cierto es que la Navidad reúne todos los ingredientes adecuados para bajar el ánimo de las personas. A las condiciones climáticas habituales por estas fechas hay que sumar factores como la presión de los compromisos, la añoranza de seres queridos perdidos o cosas tan sencillas como la total ruptura de la rutina habitual.

No son las únicas razones, por eso vamos a detenernos a destacar y desmenuzar las más influyentes en esta pérdida de ánimo, en esta tristeza tan frecuente en Navidad. Si eres de las personas a las que le pasa, entenderás mejor a qué se debe:

La ruptura con la rutina

La rutina de siempre cambia por completo en estas fechas tan señaladas y eso, para un animal de costumbres como es el ser humano, es algo importante. Se cambia por completo la rutina de sueño, la de trabajo e incluso la de comida o deporte. Todo esto, cuando se debe sobre todo a factores ajenos a nosotros, nos acaba estresando.

Duermes menos, comes mucho más. Todo esto, en muy poco tiempo y con cierto toque de prisa por los compromisos constantes. Al final, se genera una presión que puede transformarse en tristeza e incomodidad.

El mal tiempo

Se puede decir que el tiempo no acompaña en estas fechas. Son días más grises, en los que el frío, la lluvia y la nieve suelen predominar. Lejos queda la alegría del sol y del calor. Entran la morriña del frío y la noche.

Esto en el cine se puede vender como algo entrañable, sobre todo ver la nieve a la luz de la chimenea. Pero, en la realidad, lo único que consigue es que aumente la probabilidad de sufrir trastorno afectivo estacional, algo que puede estar relacionado con la falta de serotonina y que, por razones obvias, afecta a nuestro estado de ánimo.

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Las noches más largas

En navidades anochece mucho más temprano. En un mismo lugar, puede anochecer pasadas las 9 de la tarde/noche en verano; mientras que en invierno puede haber oscurecido en torno a las 6 de la tarde. 

La oscuridad de la noche afecta a nuestra dinámica. Nos incita a reducir la actividad, pero también hace que nuestro ánimo se temple. Es cierto que hay países en los que es de noche durante meses, pero, cuando estas se alargan más de lo habitual en los lugares donde no es costumbre, es inevitable el efecto sobre el estado de ánimo. Amén de que se produce una mayor somnolencia, entre otras cosas.

 

Los compromisos

Las Navidades son fechas en las que los compromisos nos acosan por todas partes. Cenas, comidas, reuniones, copas, encuentros con compañeros de trabajo, con amigos, con familiares, ir de compras, organizar los regalos… Todo se amontona y, al final, un periodo que debería ser de tranquilidad es de todo menos tranquilo.

Se genera un estrés importante que nos afecta anímicamente y al que, para colmo, hay que afrontar con una sonrisa porque la Navidad es época de ser feliz. De hecho, vamos a hablar exactamente de esto a continuación.

 

La obligación de ser feliz

Puede parecer un detalle nimio, pero el bombardeo mediático y social de las navidades insiste una y otra vez en que son fechas en las que la felicidad se derrocha por los cuatro costados. De una forma u otra, da la sensación de que es obligatorio estar feliz por estas fechas, y eso pone las cosas todavía más difíciles a las personas.

 

“¿Por qué estoy triste cuando debería ser feliz, qué me pasa?”. No hay peor enemigo que uno mismo, y más cuando tiene detrás todo ese bombardeo que citamos. Se entra en un círculo vicioso que no hace más que empeorar la situación cuando la Navidad es una fecha como cualquier otra, una que debe afrontarse con lo que tenemos, y lo que no, con nuestros sentimientos más transparentes y honestos. Porque todos tenemos derecho a estar mal.

Redacción

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