La Organización Mundial de la Salud (OMS) definen la obesidad y el sobrepeso como aquella acumulación anormal o excesiva de grasa que podría ser perjudicial para nuestra salud. Se suele medir de forma sencilla a través del Índice de Masa Corporal (IMC). El índice de masa corporal es el peso de una persona en kilogramos dividido por el cuadrado de su altura en metros. Con estos datos, si tu IMC es superior a 30 se considera que la persona sufre de obesidad y si es igual o superior a 25 que esa persona tiene sobrepeso. Para el caso de las mujeres se considera obesidad cuando este índice supera los 35.
Aprender a adelgazar con salud debe ser una asignatura esencial para prevenir posibles complicaciones posteriores en las personas con sobrepeso. Tanto el sobrepeso como en mayor medida la obesidad son factores de alto riesgo para el desarrollo de enfermedades crónicas como la diabetes, el cáncer o diferentes enfermedades cardiovasculares como hipertensión. Además de diversas implicaciones psicológicas como pérdida de autoestima, bajo autoconcepto, discriminaciones sociales o pérdida de relaciones interpersonales o incluso que derive en algún trastorno de la alimentación o de la ingesta.
La obesidad no está clasificada en el manual DSM como un trastorno psiquiátrico ya que es una condición médica multideterminada etiológicamente. Podría incluirse como un factor psicológico que afecta al estado físico. Sin embargo, el manual CIE-10 lo incluye dentro de una categoría dentro de otros trastornos de la alimentación como la anorexia o la bulimia denominándola hiperfagia, para aquellos casos en los que se produce una ingesta excesiva motivada por hechos estresantes y que deriva en obesidad. Es decir, para que el estado mental es fundamental a la hora de prevenir y controlar un posible desarrollo de la obesidad.
Según algunos autores existen dos tipos de obesidad psicógena. La obesidad de desarrollo derivada de problemas a la hora de diferenciar entre hambre y tensiones emocionales y la obesidad reactiva. Esta última se produce en la edad adulta derivada de sucesos traumáticos o estresantes que alivian sus tensiones emocionales y su ansiedad a través de la ingesta incontrolada de alimentos.
Cuando empezamos una dieta para bajar de peso las primeras semanas suelen ser las más complicadas con diversas reacciones psicológicas como ansiedad, depresión, irritabilidad o sentimientos de debilidad o culpa. El insomnio o el síndrome de ingesta nocturna o atracones son otras de las posibles reacciones psicológicas adversas de los inicios de una dieta.
No se existe un perfil anormal de personalidad obesa. La sintomatología psicológica de estas personas es el resultado y no la causa de su condición obesa. Tiene más sentido hablar de perturbación psicológica de la obsesidad con las consecuencias que esta tiene para el individuo, que a su vez son las que lo impulsan a dejar de serlo.
El tratamiento para la obesidad más recomendado es el formado por la terapia psicológica de corte cognitivo-conductal, la dieta y el ejercicio físico.
Uno de los programas más usados es el programa de autoayuda conocido como LEARN (Lifestyle, Exercice, Attitudes, Relationships, Nutrition) cyyo objetivo es conseguir cambios relativamente permanentes en las cinco áreas de la vida a las que hace referencia.
Existen multitud de tratamientos psicológicos para la obesidad con resultados dispares pero todos ellos se relacionan positivamente con:
Además, existen otras terapias alternativas siempre y cuando se tomen como parte de un proceso motivacional o un hábito que nos mantenga un patrón regular en nuestros hábitos alimenticios.