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(Español) Miedo a perder: un sesgo cognitivo que condiciona nuestras decisiones

perder o ganar

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Nuestro cerebro está preparado para triunfar. Pero ¿estamos igual de preparados para fracasar? La forma en la que procesamos cognitivamente el triunfo y la victoria están relacionados entre sí, pero dan lugar a sesgos y miedos ante la toma de ciertas decisiones.   

El éxito condiciona el valor de la derrota

El sistema de recompensa cerebral es necesario para nuestra supervivencia regulando las sensaciones placenteras que recibimos tras una gratificación. Esto lo que consigue es que repitamos una conducta que nos ha repercutido un beneficio y eso, estadísticamente, suele ser lo mejor. Cada vez que logramos un éxito, nuestro equipo de fútbol gana un título, ascendemos en el trabajo, conseguimos conquistar a nuestra pareja soñada, ganamos apuestas deportes, aprobamos un examen o simplemente nos hacen un elogio se segrega dopamina en nuestro cerebro. El objetivo de este neurotransmisor es darle la señal al cerebro de que algo está funcionando bien y memorizar los estímulos del contexto en el que se produce para facilitar el aprendizaje de ese comportamiento para volverlo a repetir. Esto debería garantizar más probabilidades de éxito. Sin embargo, que este sistema funcione tan bien tiene un problema: nos condiciona también ante la pérdida, ante el fracaso y la derrota pero de una manera mucho más potencial. No nos gusta perder ni a las canicas porque la dopamina nos ha acostumbrado a sentir placer por el éxito, para que evites la derrota, para que evites la frustración. Nuestra vida es una superación y un éxito constante en busca de la supervivencia, pero es evidente que la pérdida y el fracaso también forman parte de nuestra vida. Sin embargo, estamos menos preparados emocionalmente para asimilarlo. Vivimos en una sociedad que cada día nos permite tener más cosas a nuestro alcance, de acceso más rápido y tenemos más probabilidades de éxito en la vida, en una vida sobreestimulada. Es por esto que cada día procesamos peor la frustración, porque no estamos acostumbrados a no tener, a no ganar e incluso se inculca una filosofía del éxito que condiciona al cerebro. Pero, ¿qué pasa cuando fallamos?

Sesgo de aversión a la pérdida

A lo largo del día tomamos miles de decisiones prácticamente automáticas, la gran mayoría de forma adecuada y otras de manera errónea. Es imposible ser capaz de procesarlas de manera consciente todas por lo que nuestro cerebro utiliza reglas heurísticas para tomar decisiones rápidas. Algunas veces nos va bien pero otras nos va mal. Pues bien, normalmente le damos mucho más valor emocional a los fallos que a los aciertos. Esto es debido a que nuestro cerebro, al que tanto le gusta la victoria, no está tan preparado, como mencionamos anteriormente, para asimilar la derrota. Esto puede provocar un sesgo cognitivo de aversión a la pérdida. Este miedo al riesgo, o a la posibilidad de fracaso, genera una tendencia a priorizar el no perder antes que el ganar. Este sesgo, llevado al extremo, puede provocar que una persona no asuma nunca riesgos, y por lo tanto se acomode en situaciones de confort cuando no es necesario. En un principio el sesgo puede parecer incluso evolutivo, para evitar males mayores, pero en otras ocasiones es un miedo que puede paralizar ciertas conductas o hacernos tomar decisiones inapropiadas con tal de evitar la derrota. 

Ejemplo de valor emocional del fracaso

Imagina que entras en una clase y escribes en la pizarra una serie de multiplicaciones sencillas, como estas:

2×2=4

3×3=9

4×5=20

6×3=21

7×4=28

Durante unos segundos te quedas mirando a los alumnos y les preguntas si es que pasa algo raro. El 100% dirá que has cometido un error en el 6×3 porque es 18 y no 21. Que el resto de multiplicaciones hayan estado bien hechas pasará automáticamente a un segundo lugar. El error, el fracaso y la derrota suele llamar más la atención y suele ser más recriminada que los éxitos. Esto nos empuja a tener cierto temor a cometer errores y es parte de la explicación del sesgo de aversión a la pérdida. No queremos experimentar esa vergüenza que supone un fracaso. 

Ganar gusta, pero perder disgusta mucho más

Según la teoría de la expectativa de Daniel Kahneman y Tversyuna pérdida produce un impacto emocional en torno a dos veces y media más que el impacto emocional de una ganancia. Por tanto, nuestras decisiones van a estar influenciadas por ese sesgo cognitivo y del contexto en el que se plantea, lo cual en economía conductual es muy importante. Saber que existe es el primer paso para replantearse este tipo de resolución de conflictos.Si nos ofrecen dos opciones, generalmente tendemos a elegir aquella que nos evite el dolor de la pérdida. Por eso, cuando por ejemplo realizamos una apuesta y ganamos 100 € tenemos una alegría emocional, pero en su peso emocional es menor que la pérdida de por ejemplo 70 €. El disgusto de la pérdida es mayor que el gusto por la ganancia.Otro ejemplo, preferimos asegurarnos 10.000€ si tenemos 100% de posibilidad de ganarlo que ganar 12.000€ si tenemos un 95% de posibilidades de ganarlo. Aún cuando al inicialmente no teníamos nada, preferimos quedarnos con lo seguro que arriesgar a una posible pérdida a pesar de que no sería una pérdida real.

Conclusión

Evidentemente, todo depende del contexto, otros sesgos y estilos cognitivos, pero en esencia esa es la explicación de cómo afrontamos este tipo de decisiones ante una posible pérdida que se podría extrapolar a muchos otros ámbitos de la vida. En el mundo laboral, deportivo y personal son muchas las situaciones en las que la aversión a la pérdida actúa como sesgo. Por ejemplo, en las relaciones de pareja da más miedo el hecho de perderla que el hecho de poder ganarla, da más miedo el error del fracaso que la posibilidad de la victoria. Otro ejemplo es un jugador de fútbol que se paraliza a hora de tirar un penalti por que el peso emocional de la posibilidad de fallarlo es mayor que la expectativa de marcarlo. A veces, hay que arriesgar para avanzar. 

Iván Pico

Director y creador de Psicopico.com. Psicólogo Colegiado G-5480 entre otras cosas. Diplomado en Ciencias Empresariales y Máster en Orientación Profesional. Máster en Psicología del Trabajo y Organizaciones. Posgrado en Psicología del Deporte entre otras cosas. Visita la sección "Sobre mí" para saber más. ¿Quieres una consulta personalizada? ¡Escríbeme!

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