El estrés sostenido contribuye a la aparición y mantenimiento de problemas en la región orofacial, incluyendo los trastornos de la articulación temporomandibular. La articulación temporomandibular (ATM) funciona de forma íntimamente ligada al sistema nervioso y a los estados emocionales; por ello, procesos como la ansiedad crónica, la alteración del sueño o la respuesta fisiológica al estrés pueden traducirse en dolor, chasquidos o limitación funcional.
Desde una perspectiva integral, la mandíbula no actúa de forma aislada. Su función depende de una compleja red de conexiones neuromusculares, hormonales y emocionales. Cuando el cuerpo se somete a una tensión prolongada, los niveles de cortisol y adrenalina permanecen elevados, generando un estado de hipervigilancia corporal. Este estado afecta a la musculatura facial y cervical, que tiende a permanecer contraída incluso en reposo, alterando el equilibrio de la ATM. Así, lo que comienza como una reacción adaptativa al estrés se convierte, con el tiempo, en una fuente de dolor mandibular, cefaleas y disfunción.
Estrés y mecanismos psicobiológicos que afectan la mandíbula
Desde la perspectiva psicobiológica, el estrés activa el eje hipotálamo–hipófiso–adrenal (HPA) y aumenta la salida simpática, con elevación de cortisol y cambios autonómicos que predisponen a la hipertonía muscular. En la región orofacial, esa hipertonía facilita conductas parafuncionales como el apretamiento dental y el bruxismo, lo que incrementa la carga sobre la ATM y puede causar dolor o rigidez.
El cerebro, en respuesta al estrés, tiende a mantener un estado de alerta constante que repercute en la postura corporal. Los músculos maseteros, temporales y pterigoideos se activan de forma refleja como mecanismo de defensa o preparación ante una amenaza. Sin embargo, cuando esa respuesta se vuelve crónica, las estructuras mandibulares no logran recuperarse, y la tensión acumulada da lugar a inflamación, desgaste articular y alteración de los movimientos de apertura o cierre bucal. Estudios recientes (Da-Cas et al., 2024; Vlăduțu et al., 2022) confirman que las personas con mayor reactividad emocional o menor capacidad de regulación del estrés presentan una incidencia más alta de dolor y rigidez mandibular.
Investigaciones neurofisiológicas también apuntan a que las áreas cerebrales relacionadas con el procesamiento del dolor —como la ínsula y la corteza prefrontal— muestran una mayor activación en individuos con disfunciones temporomandibulares asociadas al estrés, lo que explica la relación entre la percepción emocional y la intensidad del dolor (Fillingim et al., 2018).
Tipos de problemas mandibulares y su relación con el estrés
Los trastornos de la mandíbula relacionados con el estrés son cada vez más comunes, debido al ritmo de vida acelerado y a la dificultad para gestionar las tensiones diarias. Algunas de las problemáticas más habituales son las siguientes:
1. Trastornos musculares (miogénicos). El dolor, la fatiga y la rigidez en maseteros y temporales son frecuentes cuando el estrés eleva el tono basal del músculo, provocando sobrecarga y puntos gatillo (Kapos et al., 2020).
2. Bruxismo (vigilia y sueño). La evidencia indica una clara asociación entre niveles de estrés, ansiedad y bruxismo. Aunque la intensidad depende del método de diagnóstico, los estudios coinciden en que el estrés aumenta significativamente la probabilidad de apretar o rechinar los dientes, tanto despierto como dormido (Chemelo et al., 2020; Fulek et al., 2023).
3. Trastornos articulares (disco, degeneración). La sobrecarga funcional sostenida por el apretamiento puede agravar desplazamientos discales o procesos degenerativos en la ATM, especialmente en personas predispuestas (National Academies, 2020).
4. Dolor crónico y sensibilización. Cuando el dolor se mantiene en el tiempo, el sistema nervioso central amplifica las señales dolorosas en un proceso conocido como sensibilización central. El estrés mantenido contribuye directamente a esta amplificación (Fillingim et al., 2018).
Otros síntomas asociados a los trastornos temporomandibulares
Además del dolor mandibular o las limitaciones en la apertura bucal, existen numerosos síntomas secundarios que pueden pasar desapercibidos pero que están estrechamente relacionados con la disfunción de la ATM. Entre los más comunes se encuentran:
- Dolores de cabeza tensionales: la contracción de los músculos temporales y cervicales puede irradiar dolor hacia la frente y las sienes, simulando migrañas.
- Dolor o presión en el oído: debido a la cercanía anatómica entre la ATM y el conducto auditivo, algunas personas experimentan molestias, zumbidos o sensación de oído tapado.
- Mareos o vértigo: los desequilibrios musculares y articulares pueden alterar la propiocepción y afectar el equilibrio.
- Dolor cervical y rigidez de cuello: la tensión mandibular se transmite fácilmente hacia la zona cervical, generando molestias persistentes.
- Dificultades para dormir: el bruxismo nocturno y la hipervigilancia del sistema nervioso pueden interrumpir el descanso y perpetuar el ciclo de estrés y dolor.
Reconocer estos síntomas permite abordar el problema de forma más global, evitando tratamientos parciales que no contemplen el origen emocional o tensional del cuadro.
Tratamiento y estrategias prácticas: un enfoque multidisciplinar
La primera recomendación es consultar con un especialista que pueda indicar el tratamiento más adecuado para cada caso. El abordaje más efectivo combina terapias odontológicas, fisioterapia y manejo psicológico del estrés. Algunas estrategias útiles son:
- Evaluación integral: incluir historia psicosocial, calidad del sueño y hábitos parafuncionales.
- Educación y autocuidado: evitar masticar chicle, no mantener los dientes en contacto, mejorar la higiene del sueño y reducir estimulantes como la cafeína.
- Técnicas de manejo del estrés: respiración diafragmática, relajación progresiva, mindfulness y terapia cognitivo-conductual han mostrado reducir la tensión muscular.
- Férulas oclusales nocturnas: útiles para proteger la dentición y disminuir la carga mandibular durante el sueño, especialmente cuando se combinan con terapia psicológica.
- Ejercicios y fisioterapia orofacial: estiramientos, control motor y masaje terapéutico ayudan a reducir la rigidez y mejorar la movilidad.
Si experimentas dolor de mandíbula persistente, es importante acudir a un profesional especializado para una evaluación completa y un plan de tratamiento personalizado.
El vínculo entre la mente y la mandíbula es real: el estrés altera tanto la neurofisiología como la conducta, favoreciendo el bruxismo, la tensión muscular y la sobrecarga articular. Abordar el problema de forma integral —con control del estrés, educación postural y terapia interdisciplinaria— es la mejor manera de lograr una recuperación estable y duradera.
Referencias
- National Academies of Sciences, Engineering, and Medicine. (2020). Temporomandibular disorders: Priorities for research and care. The National Academies Press. https://doi.org/10.17226/25652
- Chemelo, V. dos S., et al. (2020). Is there association between stress and bruxism? A systematic review and meta-analysis. PubMed Central. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7793806/
- Fillingim, R. B., et al. (2018). Long-term changes in biopsychosocial characteristics in people with painful temporomandibular disorders. Pain, 159(7), 1333–1343. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6193833/
- Vlăduțu, D., et al. (2022). Associations between bruxism, stress and manifestations in university students during the COVID-19 pandemic. Int. J. Environ. Res. Public Health, 19(9), 5415. https://www.mdpi.com/1660-4601/19/9/5415
- Da-Cas, C. D., et al. (2024). Risk factors for temporomandibular disorders: a systematic review. Journal (2024).


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