Bien sea por trabajo o por mantener el contacto con familia y amigos, las videollamadas ya forman parte de nuestra vida social. Sin duda, han sido una gran herramienta que ha ayudado a combatir la soledad, pero también han tenido algunos efectos negativos. Con el fin de evitarlos, los desarrolladores de este tipo de tecnología apuestan por el “realismo”, llamadas que nos hacen sentir que estamos hablando con las personas cara a cara, aunque no estemos físicamente en el mismo sitio.
Solo a nivel profesional, se calcula que, el año pasado, el tiempo dedicado a las videollamadas en las empresas aumentó entre tres y cinco veces. Además, la adaptación a este cambio se tuvo que hacer en muy poco tiempo, lo que obligó a muchos a acostumbrarse a un sistema que desconocían, algo que pudo generar estrés en muchas personas.
Las videollamadas han ofrecido soluciones, pero también han formado parte de los riesgos del teletrabajo. Incluso aquellos que no las han utilizado en su trabajo, sino solamente para socializar, se han visto expuestos a lo que se ha denominado como “fatiga de la videollamada” o también “fatiga del Zoom”, por ser esta una de las aplicaciones más populares.
La dependencia de las videollamadas en el teletrabajo ha provocado situaciones de estrés psicológico que no se producían -al menos no con la misma intensidad- en los puestos físicos. Estos son algunos ejemplos:
Todo esto, unido a que pasamos más tiempo frente a una pantalla, lo cual puede crear problemas físicos (fatiga visual, dolor de cabeza) y psicológicos (irritabilidad, cansancio), hace que, si bien las videollamadas son de gran ayuda para fortalecer relaciones o reducir la soledad, también pueden generar ansiedad, estrés, vergüenza o frustración.
Está claro que las nuevas tecnologías nos pueden hacer la vida más fácil y tienen muchas ventajas. Pero también lo es que la ausencia del “factor humano” puede tener consecuencias sobre nuestra salud mental; al fin y al cabo, somos seres sociales, que nos relacionamos de manera interpersonal.
Por eso, una solución salomónica, que reúne lo mejor de los dos mundos, el físico y el virtual, es crear modelos híbridos. Un ejemplo que en cierto modo es pionero, puesto que lleva años en funcionamiento, es el de algunos juegos como la ruleta en vivo, que se juega a través de una plataforma online, pero cuenta con crupieres de carne y hueso con quienes se puede interactuar desde casa. Más recientemente, muchos congresos o ferias internacionales que se habían celebrado completamente de manera virtual están ahora mezclando también presencialidad con aplicaciones y charlas online.
Hace unas semanas, Zoom presentaba su “Vista Inmersiva”, que pretende hacer que las videollamadas sean más parecidas a la vida real. En este caso, se trata de un fondo que imita al de una oficina u otro escenario realista, y sobre el que se sitúan los participantes de la conversación, todos al mismo nivel y en medio de la pantalla, para que sea más fácil mirar a los ojos.
Google va un paso -o unos cuantos pasos- más allá con su Project Starline. El gigante tecnológico utiliza los avances de la Inteligencia Artificial y el 3D para crear un sistema de videollamadas nuevo en el que da la sensación de que tienes a la otra persona justo delante de ti. Lo único que falta es poder tocarla. Esta nueva tecnología que permite hablar con una especie de hologramas hiperrealistas, aunque parezca ciencia ficción, ya se está probando en las oficinas de la compañía. El futuro está a la vuelta de la esquina.