Decía Aristóteles que “El amigo de todos no es amigo de nadie” y no le faltaba razón. Según las investigaciones de Robin Dunbar, profesor de antropología evolutiva de la Universidad de Oxford, estableció en 150 el límite de relaciones estables que un ser humano puede mantener. Es el conocido como número de Dunbar.
Dunbar, antropólogo, psicólogo y biólogo evolucionista británico y nacido en 1947, aplicó sus estudios sociales en primates no humanos a los seres humanos. La hipótesis de Dunbar (1993) partía de que existe una relación entre el tamaño del neocortex cerebral y el número de relaciones sociales que se podían establecer. Es decir, en teoría cuanto mayor es nuestro neocortex mayor capacidad tendríamos para procesar la información que implica una relación directa. Se entiende como relación social estable aquella que genera una comunidad humana cohesionada y con lazo de unión identificables, que generen cierta confianza e inversión de tiempo mutuo. Concretamente, el número de Dunbar es 147,8 (redondeado a 150).
Pues bien, parece ser que el número de Dunbar funciona y ha funcionado en todas las colectividades. Este antropólogo encontró que ya las comunidades de tribus cazadoras-recolectoras del neolítico, los bosquimanos o las tribus americanas se dividían al llegar a famoso número 150. Hoy en día este fenómeno se sigue produciendo, como suceden, por ejemplo, en las unidades militares.
Las redes sociales en Internet tampoco se escapan al número de Dunbar. Vivimos en una sociedad en la que parece que tu estatus social viene dado por el número de amigos que posees en Facebook, Twitter o Instagram. Sin embargo, los estudios de Dunbar revelaron que las personas que poseían 1500 amigos no presentaban diferencias en cuanto a tráfico social respecto a las que tenían 150 amigos. Las personas con muchos amigos mantienen un círculo de interactuación real con no más de 150 personas, por lo que ampliar nuestra red de “amigos-conocidos” no ampliará nuestro círculo social más allá del número de Dunbar.
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Una cosa es añadirte como seguidor o darle a me gusta a tu último selfie, o incluso felicitarte el cumpleaños (recuerda que es Facebook el que se lo notifica, no sus cerebros) que te llamen o escriban para preguntarte como estás o contarte el último capítulo de tu serie favorita. Para crear relación se necesita interactuar y tener contacto personal directo. Parecen existir comunidades de menor escala dentro de las complejas sociedades actuales (Acedo y Gomila ,2016).
Con esta información, te pregunto dos cosas:
Nuestro cerebro está programado para manejar la información de manera eficiente, por eso quizás cuando llegamos a los límites del procesamiento de esa información elimina los datos irrelevantes, como aquellas amistades que dejan de ser productivas y terminan saliendo de nuestras privilegiadas 150 personas que forman nuestro entorno social directo. Es un proceso de doble dirección, tanto salen como pueden volver a entrar, siempre que haya espacio cognitivo para ellas. Perdemos a los amigos del colegio, después a los de la universidad a los del trabajo, etc., no hay espacio para todos. Es probable que a medida que nuestra neocortex cerebral aumente seamos capaces de establecer más relaciones interpersonales, o no.
¿En cuánto crees que tienes tu propio número de Dunbar?
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