El sistema homeostático es el encargado de mantener el cuerpo en equilibro, pero puede verse alterado por circunstancias que desestabilizan el normal funcionamiento. Las situaciones de estrés en niños pueden activar circuitos de emergencia en el Sistema Nervioso, y cuando se dan de forma continuada y estable en el tiempo se ve reflejado en diversos síntomas, tanto cognitivos como físicos. Uno de estos síntomas sería la repercusión en la nutrición, y a su vez en el desarrollo de los niños.
Los padres pueden sufrir las consecuencias de su historia de vida pasada, y esto es reflejado en el desarrollo y crecimiento de sus hijos. Generalmente las pautas educativas de sus padres son reflejo de la educación recibida en la propia infancia. Comenzando por la gestación del feto, de vital importancia para el desarrollo posterior, y se dan numerosos factores que suponen un peligro, y pueden conllevar complicaciones a nivel neurológico en el desarrollo como por ejemplo el estrés, consumo de tóxicos, edad de la madre, desnutrición y mala salud.
En ocasiones los padres se ven inmersos en rutinas repetitivas y estresantes, que hacen que se pierda la paciencia con los propios hijos, y además se hace padecer al niño el mismo estrés que está sufriendo el adulto.
Además se dan características de convivencia familiar nocivas entre los adultos, aspectos culturales y sociales que hacen que la educación ejercida en los hijos se da también de forma deficiente. Otro importante factor de riesgo importante se encuentra en padres o personas a cargo del cuidado del niño que padecen patología psiquiátrica, adicción, o alcoholismo.
Semrud-Clikeman M., Teeter Ellison P.A en su libro sobre Neuropsicología Infantil afirman que un alto grado de estrés en la madre hace que aumente el grado de estrés fetal y es asociado con un bajo peso al nacer y tendencia del niño a ser irritable, inquieto y con tendencia a padecer cólicos. Las carencias nutritivas durante los últimos tres meses de vida fetal y los tres primeros de la infancia pueden tener efectos graves sobre el desarrollo cerebral, que se manifiesta en particular por una disminución de la cantidad de células cerebrales y peso del cerebro.
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Cuando el bebé experimenta un bajo nivel de estimulación ambiental es un factor crítico que afecta a la capacidad de aprendizaje y desarrollo cerebral del niño. Por lo general, los niños que están al cuidado de los padres, alimentados de forma correcta, reciben atención adecuada y con libertad de movimientos para practicar conductas y explorar de forma segura tendrán un desarrollo motor normalizado. Cuándo el entorno temprano es inadecuado se observa una repercusión negativa en el desarrollo inicial, pero se ha visto recuperación en niños que se sitúan antes de los dos años en un entorno adecuado y sensible.
En la población se encuentran diversos modelos familiares y patrones de crianza que se relacionan con la manera en que los niños se vinculan con sus cuidadores de manera afectiva. Cuándo la educación se ejerce de forma sobreprotectora suele relacionarse con un exceso en su estado nutricional. Si la educación es democrática los niños suelen tener un estado nutricional normal. El modelo de educación autoritario es ambivalente, reflejándose tanto el déficit como el exceso en su estado nutricional. Cuándo los padres son negligentes en el cuidado el estado nutricional de los menores se posiciona en los extremos, relacionado con el déficit y el exceso.
La teoría del apego, desarrollada por John Bowlby, explica el desarrollo afectivo humano. Esta teoría se basa en la necesidad del niño de establecer vínculos de forma estable con los adultos que están a cargo de su cuidado. Esta es una necesidad que no precisa de intención volitiva por parte del ser humano, se produce desde el inicio como una impronta de la conducta.
El apego reactivo suele ser característico de niños que no han recibido afecto, ni han visto satisfechas sus necesidades de cuidado, emocionales, de protección y fisiológicas se puede manifestar esta forma de apego hacia los progenitores y su entorno. Los niños suelen presentar una conducta con elevada inhibición emocional y afectiva hacia sus cuidadores. Es llamativo que en el patrón conductual de niños con apego reactivo cuando una situación presenta peligro y de forma subjetiva siente miedo, le causa dolor o inquietud, reaccionan de forma instintiva sin buscar e incluso evitando contacto y consuelo en los cuidadores. En general, el niño se siente poco importante y valorado, y no tiene una vinculación emocional. Se relaciona con su entorno con cierta frecuencia mediante miedo, tristeza o irritabilidad, aún en situaciones que no les supongan una amenaza. Esta misma situación en niños con patrones de apego positivos con un vínculo seguro acudiría a buscar la ayuda de sus padres, como principal referente.
Los casos de estatura baja o retraso en la pubertad, que no tienen otra explicación posible, se engloban en el término retraso en el crecimiento psicosocial, asociado a carencias afectivas.
Los padres tienen un papel fundamental para el desarrollo de los niños, proporcionando un apego seguro, capaz de transmitir confianza, habilidades de escucha, paciente, que proporcione ánimos y que llegue a ser un apoyo efectivo para potenciar al máximo el desarrollo integral de sus hijos.
Los niños que viven en un entorno estresante pueden llegar a padecer un Trastorno de Ansiedad Generalizada, pero también de sensibilidad a la ansiedad, es decir, un miedo intenso a los síntomas relacionados- somáticos, metales y de control/social-. Otro síntoma relacionado frecuentemente es la reacción de manera hostil, de expresión de ira como tendencia y de un nivel bajo de control a la ira como ausencia de estrategias para el manejo de la emoción.
La ansiedad sostenida en el tiempo, lo que tiene consecuencias cruciales para el desarrollo cerebral. Cuando un estimulo es percibido de forma subjetiva como estresante se convierte en el cerebro en modificaciones de la actividad de neurotransmisores, neuropéptidos y hormonas, y puede llegar a afectar al estado emocional del individuo, en cuya regulación desempeña un papel fundamental el sistema límbico. Se trata de la parte emocional del cerebro, y se relaciona de forma recíproca con otros núcleos y estructuras del sistema nervioso (SN), entre las que se encuentra el hipotálamo, principal regulador del sistema nervioso autónomo y del sistema endocrino. El sistema neuroendocrino es capaz de modular la actividad del sistema inmune mediante diversos mecanismos que implican la liberación de neurotransmisores, hormonas y neuropéptidos.
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En situaciones de estrés el hipotálamo hace que la corteza suprarrenal libere glucocorticoides. Estos tienen numerosas acciones en el organismo:
Proveyendo la energía metabólica necesaria para las reacciones de lucha o huida, se aumenta la actividad cardiovascular y se inhiben funciones como el crecimiento, la reproducción y la respuesta inmune.
Cuando las respuestas de estrés son numerosas, o sostenidas en el tiempo, en el torrente sanguíneo se acumula adrenalina, y puede tener como consecuencia que el sistema inmunológico se debilite, molestias digestivas, agotamiento, aumento de azúcar en sangre y problemas de memoria.
Cuando el suceso o situación se da de forma intensa o prolongada en el tiempo producir inmunosupresión. Se puede dar un aumento en los factores inflamatorios y la flora bacteriana con el estrés crónico o agudo.
Hay alimentos pre y probióticos que ayudan a crear una barrera impermeable de bacterias que recubren el intestino grueso y delgado. El estrés, el cortisol, y otros factores hacen que de destruya esa barrera, y algunos microorganismos patógenos pasan al torrente sanguíneo provocando una respuesta inmunitaria inflamatoria que llegará hasta el cerebro y modificará la cantidad de serotonina que producimos en el núcleo del rafe dorsal y ventral del troncoencéfalo. De ahí la relación entre el sistema serotoninérgico, el intestino, la microbiota y las emociones. Los síntomas de este proceso, en gran medida influidos por déficit de serotonina son:
Disminución del nivel de actividad, malestar, apatía, poco o ningún interés en estímulos medioambientales, falta de cuidados personales, confusión mental y disminución del apetito.
El sistema entérico, o también llamado segundo cerebro, es el tubo intestinal formado por millones de neuronas que comunican con el cerebro, es la forma en que la emoción se expresa como algo visceral, no se puede explicar, se interpreta en el cerebro como aseidad, ira, culpa, etc. El nervio vago es el encargado de conectar el cerebro con el sistema entérico – desde el cerebro hasta la zona genital-, produciendo respuestas emocionales inmediatas, primero de forma gastrointestinal, y posteriormente con síntomas físicos –como taquicardia-.
Con base en el sistema biológico, y la forma en que se ve afectado por el estrés, se ha llegado a la conclusión mediante diversos estudios de que afecta al crecimiento infantil, debido a que el proceso de nutrición no es adecuado. Generalmente los niños tienen percentiles más bajos que el resto de niños de su edad y cuando la situación de estrés cesa comienzan a tener un desarrollo más armónico.
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Referencias:
Bowlby, J., (2014). Vínculos Afectivos: Formación, desarrollo y pérdida. Madrid: Morata.Carlson, V., Cicchetti, D. y Braunwald, K. (1989). Disorganized/disoriented attachment relationchips in maltrated infants. Devalopmental Psycology, 25, 525-531.Casado Flores J., Díaz Huertas J.A., Martínez González C. (1997). Niños maltratados (145-160). España: Ediciones Díaz de Santos S.A.Collado Guirao, P., Guillamón Fernández, A., Ortiz-Caro Hoyos, J., Claro Izaguirre, F., Rodríguez-Zafra, M., Pinos Sánchez, H. & Carrillo Urbano, B. (2017). Psicología Fisiológica. España: UNED.Ruiz Cerón I., Gallardo Cruz J.A. (2002). Impacto psicológico de la negligencia familiar en un grupo de niños y niñas. Anales de Psicología, Vol.18, 261-272.