Nuestra calidad de vida aumenta de manera paralela a nuestra esperanza de vida. Vivimos más tiempo y pasamos más tiempo pensando en de qué manera poder disfrutar de nuestra vida cuando seamos mayores. Llega un momento en el que parece que ya estamos planificando nuestra jubilación casi más que la parte de nuestra vida en la que estamos en el mercado laboral. Vivimos para el hoy pero también para el mañana.
Tener este tipo de pensamiento es cada vez más productivo porque el tiempo que vivimos en la vejez cada vez es mayor y de más calidad. Y no solo del nuestro sino también de mejorar el tiempo de vida de nuestros seres queridos más mayores, sobre todo cuando sufren algún tipo de enfermedad degenerativa que les impida mantener su ritmo habitual de vida. Cuando esto sucede es esencial que su cuidados sean los más especializados posibles, ya sean en Residencias para Alzheimer, centros de día o conociendo las necesidades que esta situación degenerativa tendrá en el día a día de estas personas para la atención y detección temprana del problema y su evolución a lo largo de los años.
Todos nos hacemos viejos, por fuera nuestras arrugas nos delatan y por dentro nuestro organismo también empieza a notar los achaques de la edad. Se sabe que existen cambios en el cerebro conforme envejecemos que parecen ser la base biológica del déficit en el funcionamiento cognitivo.
Existen dos tipos principales de deterioro cognitivo a causa de la vejez:
El deterioro cognitivo compromete las actividades sociales, profesionales e incluso
familiares de la persona. Este deterioro patológico se infiere producido por un trastorno orgánico cerebral, como puede ser la enfermedad de Alzheimer, entre otras.
Es importante establecer una clara delimitación entre los cambios cognitivos que seproducen de forma normal y aquellos patológicos. Si se entiende el funcionamiento cognitivo como un continuo que cursa desde la normalidad hasta un estadio dedemencia severa (si ésta se produce), debe existir un conjunto de estadios intermedios, en cada uno de los cuales se asociaría un nivel determinado de funcionalidad. Cuando se aprecia cierto deterioro y no se cumplen los criterios de demencia habría que pensar en un grado de deterioro benigno y/o en una fase premórbida de la demencia. Esta hipótesis se relaciona directamente con la hipótesis de capacidad de reserva o plasticidad cognitiva: sólo después de un determinado nivel de disminución del funcionamiento cognitivo se puede prever la aparición de un proceso de demencia, aunque el deterioro hubiera comenzado a cursar con anterioridad. En las personas con un mayor potencial de reserva cognitiva (determinada por factores como el nivel de educación y los hábitos de vida) la enfermedad se retrasaría hasta un momento posterior.
El deterioro cognitivo debe ser reconocido antes de poder diagnosticar una demencia más severa. Las facultades que se deben ver alteradas para pensar en una posible demencia son, entre otras, las que siguen como principales motivos de sospecha: